miércoles, 14 de junio de 2017

SIGLO DE LAS LUCES

EL SIGLO DE LAS LUCES



UNA CELEBRACIÓN EN EL VIRRGEINATO

DURANTE CASI 20 AÑOS, LA NUEVA ESPAÑA ESTUVO DE FIESTA. La celebración se centró en la veneración a la virgen de Guadalupe, pero también incluyó aclamaciones en honor del virreinato mismo y de sus habitantes. Comenzó con el nombramiento de la Guadalupana como patrona de la ciudad de México (1737), luego de toda la Nueva España (1746) y finalmente, con la autorización del Papa en Roma, el 12 de diciembre fue reconocida oficialmente en la Iglesia universal (1754).

Se afirmaba con júbilo que las riquezas minerales eran insuperables; que la fertilidad del suelo producía abundancia en una eterna primavera, que reinaba la opulencia en las ciudades. De hecho, se planteaba que el rey de España o el Papa mismo, pudiera refugiarse en la ciudad de México, en tiempos de persecución y guerras.

Se fue formando una conciencia de identidad nacionalista en los distintos estratos de la sociedad. Esta identidad se expresó de varias maneras: orgullo por ser la sede de la aparición de la Virgen, un reino (y no una "colonia") de grandes riquezas naturales y urbanísticas, y un lugar con rica cultura prehispánica.

Además de estos tres elementos que conformaron el sentido de identidad propia, el rector de la Universidad promovió la divulgación de un cuarto elemento, que podría llamarse "nacionalismo intelectual".


UNA CRISIS EDUCATIVA Y POLÍTICA: LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

En la mañana del 25 de junio de 1767, en 21 ciudades y villas del virreinato, a la misma hora de la mañana, los soldados del rey entraron en los colegios de los jesuitas para aprisionar a los miembros de la Compañía de Jesús, cerrar todas sus instituciones y expropiar los fondos, edificios y propiedades de la orden religiosa, en cumplimiento del mandato de Carlos III quien expulsó a los jesuitas de toda la monarquía.

La importancia de la educación de la Compañía radicó no sólo en el número de alumnos y la ubicación de los colegios en todo el territorio, sino en la calidad de la enseñanza. Era esencialmente clásica, enfocada en los autores de Roma antigua y de la Edad Media, pero a partir de mediados del siglo XVIII un pequeño grupo de jesuitas había emprendido una reforma de los estudios con el fin de promover el método experimental en las ciencias y depurar los abusos del método escolástico en la filosofía y la teología.

El padre José Rafael Campoy fue uno de los primeros en no querer sujetarse a "los mamotretos que les habían dictado sus maestros", prefiriendo acudir a las obras originales de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Animado por Campoy, Francisco Xavier Clavijero se convirtió en el más destacado abanderado de la reforma.

En 1763 la Compañía de Jesús aceptó algunas de las recomendaciones hechas por los innovadores y se establecieron varios cursos adicionales en los colegios en forma de "academias", con estudios de matemáticas, lenguas modernas, griego, física, química, historia y geografía, ya que la Universidad no promovía esas materias en sus planes de estudio.

La práctica de los jesuitas de asignar a los profesores a distintos colegios cada tres a cinco años, hizo posible que los mejores maestros no se concentraran en la capital: Clavijero estuvo en Valladolid y Guadalajara, Diego José Abad en Querétaro, Francisco Javier Alegre en Mérida y México, y
Campoy en Veracruz.

La salida de los jesuitas, la clausura de los colegios y el abandono de las misiones entre los indios de Sonora, Sinaloa y Chihuahua causaron resistencia y resentimiento en el virreinato.

Para intentar reponer los estudios después de la expulsión, los franciscanos, agustinos y dominicos consiguieron de la Real y Pontificia Universidad de México la validación de los cursos que ofrecían de gramática latina y humanidades a los alumnos laicos en sus noviciados. Los seminarios diocesanos también admitieron más estudiantes seglares. En Puebla, Guanajuato, Guadalajara, Querétaro y México se reabrieron los colegios antes ocupados por los jesuitas, bajo la dirección y financiamiento del gobierno.

Clavijero publicó la historia de la cultura azteca, en contestación a la crítica de los europeos acerca del nivel bárbaro de los pueblos prehispánicos. Cuando envió 50 ejemplares a la Universidad de México, insistió en la restauración del curso de las antigüedades mexicanas de "la historia de nuestra patria".


LAS I N S T I T U C I O N E S ILUSTRADAS, C E N T R O S DE RIVALIDAD ENTRE C R I O L L O S Y PENINSULARES

En el campo de la educación, el término "ilustración" se refería al interés del gobierno de aumentar su participación en la enseñanza como manera de promover el progreso en las virtudes, las ciencias y las artes. El Estado quería extender la educación básica entre los pobres, imponer el uso del castellano en las escuelas, modernizar la enseñanza en los colegios y las universidades y al mismo tiempo reducir la participación de la Iglesia en las instituciones educativas.

Las autoridades civiles intentaron promover la razón y no la tradición como elemento primordial en la educación, desarrollando personas "útiles" y de "buen gusto" para lograr el bienestar del reino.

Los criollos pensaban que desde hacía siglos existía una sabiduría prehispánica y virreinal en los campos de la medicina, el arte, la arquitectura, la botánica y las técnicas mineras.




LA E S C U E L A DE C I R U G Í A

Al terminar la guerra entre España e Inglaterra en 1763, Carlos III intentó mejorar la preparación de los cirujanos del ejército y elevar su posición social. En casi todas las naciones la medicina (facultad universitaria) y la cirugía (un oficio) se mantuvieron como disciplinas separadas. Debido a la oposición de las universidades a admitir un oficio manual y sórdido, "tan despreciado por los médicos como temido por el público", se abrieron escuelas militares de cirtigía en Cádiz y Barcelona, separadas de las universidades. En 1768 el rey estableció en la ciudad de México la Escuela Real de Anatomía Práctica (disecciones) y Operaciones de Cirugía. Envió de España dos cirujanos para dirigir la institución, que ocupaba salones en el Real Hospital de Indios. Los peninsulares despidieron al médico universitario de anatomía y lograron convencer a los virreyes para que, durante 25 arios, en violación del reglamento del Hospital de Indios, siempre nombraran a cirujanos peninsulares, sin convocar concursos de candidatos. En la Escuela de Cirugía se combinaron la teoría y la práctica en curso? de anatomía, fisiología, operaciones, clínica quirúrgica y elementos de medicina legal. Con un programa de estudios formales, la cirugía empezaba a considerarse una profesión, y no un oficio, lo que anunciaba el día en que se pudiera combinar la medicina y la cirugía en una sola carrera.


LA ACADEMIA DE SAN CARLOS

En la ciudad de México, el director de la Casa de Moneda, Jerónimo Antonio Gil, promovió el establecimiento de una academia parecida a la de San Fernando en Madrid; y mientras llegaba la autorización de Carlos III, nombró varios artistas mexicanos para enseñar dibujo y pintura a 300 alumnos. En 1784 el monarca aprobó el plan y al año siguiente, al abrir la Academia de San Carlos, comenzaron las clases de dibujo, escultura, arquitectura, grabado y matemáticas, con profesores de España que reemplazaron a los maestros criollos.
Pronto Gil, el director de la Academia, se quejó de que una tercera parte de los alumnos había abandonado la institución debido a que los profesores utilizaban a los estudiantes como aprendices, llevándolos a sus casas donde se aprovechaban "del trabajo de los mismos discípulos en sus obras particulares y privadas". Gil pidió que los maestros peninsulares regresaran a España y que los criollos se reinstalaran en la Academia. A su vez, los mexicanos se quejaron del favoritismo hacia los extranjeros y que "si ellos fueran gachupines, otra cosa fuera de ellos, y por ser criollos están despreciados y abatidos". Los mexicanos ganaron una victoria parcial en 1788 cuando la Junta de la Academia decidió pagarles una gratificación de 300 pesos por sus esfuerzos desde 1781, cantidad casi igual a la que recibían cada año los alumnos becados en San Carlos.

En 1790, el criollo Diego Guadalajara Tello enseñó geometría principalmente a los alumnos que iban a especializarse en las bellas artes. Para 1795, de los 80 alumnos de nuevo ingreso, solamente una tercera parte quiso dedicarse a las bellas artes, otra al dibujo (útil para los artesanos, especialmente los plateros) y el resto al "curso de aritmética universal".

La misma tendencia se reflejó en 1810, con 99 empleados, artesanos y aficionados inscritos en cursos de dibujo y matemáticas y 47 en la carrera de las bellas artes. Ante esta demanda del público, la Academia se convirtió en una escuela técnica, más que en una de artes finas, como originalmente se había planeado.

LA C Á T E D R A DE BOTÁNICA

Justo cuando los mexicanos se quejaron de la discriminación hacia ellos en la Academia de San Carlos, en la Universidad se abrió un curso de botánica, aunque en un ambiente de hostilidad.

El sistema botánico del sueco Carlos Linneo, enseñado por los peninsulares, fue duramente criticado por el sacerdote criollo José Antonio de Alzate, que era científico y también periodista.

Dos meses antes de la apertura del curso de botánica, Alzate publicó en su periódico un artículo que debió haber llamado la atención de los lectores. Atacó el sistema de Linneo por agrupar las plantas por género y especie y dio ejemplos de la flora mexicana que desmentían las afirmaciones del científico sueco. Para Alzate era excesivamente complicado y poco útil, pues no tenía relación con los servicios que las plantas podían prestar al hombre. Apoyaba el método de los antiguos mexicanos de dar nombres a las hierbas en relación con su utilidad; inclusive propuso, por ser "de mucha utilidad al pueblo" utilizar el náhuatl como "un nuevo idioma botánico", en vez de "mendigar voces griegas forjadas entre los hielos de la Dinamarca".

El científico mexicano promovía el método de Bernardo de Jussieu para clasificar las plantas porque éste tomaba en cuenta todas sus partes fisiológicas, su estructura interna y usos, y no sólo los órganos reproductivos.

En 1788 la crítica educativa en la prensa se convirtió en discusión política, abierta al público. Al pasar del tiempo la animosidad disminuía. Cervantes empezó a utilizar náhuatl en sus investigaciones y la gente se asombró de las exploraciones que realizó con los alumnos en los alrededores de México para recoger plantas medicinales. No solamente enseñó a los estudiantes a clasificar las plantas según las siete familias de Linneo, sino también a analizar SLIS usos y nombres indígenas.
                 

EL C O L E G I O DE M I N E R Í A

Controversias y desacuerdos también acompañaron el establecimiento del Colegio de Minería en 1788. La idea original había sido de dos criollos, Joaquín Velázquez de León y Juan Lucas de Lassaga, quienes consiguieron la aprobación real para un "Seminario Metálico... para la educación y cultura de la juventud destinada a las minas y el adelantamiento de la industria en ellas".

Ambos fundadores murieron en la epidemia de 1786 y Carlos III nombró al joven español Fausto de Elhuyar como director.

Entre 1792 y 1811, 231 jóvenes estudiaron en el Colegio de Minería; la mayoría no completaron los cinco años de cursos más los dos años de pasantía trabajando en una mina, pero adquirieron una sólida preparación en ciencias y matemáticas.

CAMBIOS EN LA EDUCACIÓN INDÍGENA

Durante dos siglos la enseñanza de la doctrina cristiana y las primeras letras había estado bajo la supervisión y promoción de la Iglesia. Sin embargo, al llegar al siglo XVIII, la educación de los indios no conservaba el mismo ímpetu ni la misma extensión como en el siglo XVI, cuando los frailes habían inventado métodos nuevos para transmitir, en las lenguas de los conquistados, la cultura religiosa y artesanal de España. Entre 1750 y 1770 el rey ordenó que los frailes salieran de las parroquias de indígenas y fueran reemplazados por sacerdotes seculares (diocesanos) quienes por falta de fondos, generalmente no promovieron las escuelas de primeras letras. Durante el gobierno de Carlos III, el Estado tomó cartas en el asunto y, como parte de las reformas financieras, el rey ordenó que en los pueblos de indios se establecieran escuelas de primeras letras financiadas, no por la Iglesia sino por los fondos de las cajas de comunidad de los indígenas, que funcionaban en alguna forma similar a las actuales tesorerías municipales. Los gobernantes indígenas ya no eran libres para utilizar los fondos según su propio criterio, generalmente para las fiestas religiosas, sino que debían seguir los lincamientos impuestos por los contadores en la ciudad de México.

El objetivo del gobierno era disminuir los gastos en los pueblos y acumular un sobrante al final del año. Este sobrante, generalmente la mitad de los ingresos, se enviaba al gobierno virreinal con el fin de recibirlo devuelto en tiempos de emergencias (pero la mayor parte no regresó a los pueblos, sino que fue enviado al rey para sostener las guerras europeas). Uno de los pocos gastos aprobados en los pueblos fue el salario de un maestro de escuela. Solamente poblaciones con suficientes fondos comunales recibieron permiso para aplicar dinero para las tres principales celebraciones sacras y para un salario completo o parcial para el preceptor.

No todos los maestros en los pueblos de indios recibían sueldos completos. Si no existían suficientes fondos en las cajas de comunidad, las familias debían contribuir.
Los padres de familia de Xochimilco, tal vez siguiendo la costumbre prehispánica, contenida en los discursos rituales (los huehuetlatolli) que valoraban a los niños como preciosas plumas de quetzal, opinaron acerca del trato de los maestros hacia sus hijos, solicitando un maestro bilingüe, cariñoso y capacitado en la enseñanza religiosa.


ESCUELAS GRATUITAS E INNOVACIONES PEDAGÓGICAS

En las décadas anteriores a la independencia, algunos educadores propusieron métodos distintos para enseñar, que no fueran tan estrictos ni humillaran a los niños. Grupos de hombres prominentes en Veracruz, Querétaro y Puebla financiaron escuelas, siguiendo el ejemplo de la primera institución educativa financiada por laicos abierta en 1767 por los vascos en la ciudad de México.

Originalmente internado para niñas españolas, en 1793 abrió sus puertas a 300 alumnas "de cualquiera clase o condición" que asistían diariamente sin costo a clases de lectura, escritura, religión y labores de costura, impartidas por catorce maestras laicas en cinco grandes salones. Los ayuntamientos entre 1780 y 1790 en San Luis Potosí, México, Mérida, Guanajuato, Salamanca, Zacatecas, Guadalajara y Chihuahua financiaron escuelas municipales, fundadas cuatro décadas antes de las primeras escuelas públicas de la ciudad de Nueva York.

En las escuelas de primeras letras, los maestros siguieron métodos heredados de siglos pasados, separando a los estudiantes en "los de leer" (los pequeños) y "los de escribir" (los más grandes), ya que era costumbre en el mundo occidental enseñar primero la lectura y solamente después, la escritura.

En 1815, en la ciudad de México, el preceptor Ignacio Montero redactó un silabario que reemplazaría la "cartilla tan rancia y antigua como la conquista". Su enseñanza comenzaba con diez palabras cuya primera letra, en mayúscula y minúscula, era una de las vocales: A-ba, a-la. E-va, e-le. I-ra, i-ba.
El niño aprendía a leer palabras que significaban algo para él y no un conjunto de sílabas sin sentido. En referencia a la educación de las niñas, comentó que todavía "varios padres de familia no consienten que sus hijas sepan leer ni escribir por asentada disculpa que no las seduzcan con papeles amatorios".

Las escuelas en los pueblos de indios resultaron ser espacios en los cuales los educadores pudieron divulgar nuevas ideas pedagógicas y libros de texto que tomaban en cuenta los intereses de los niños.

LAS C O R T E S DE CÁDIZ Y LA EDUCACIÓN

En 1808 Napoleón invadió España y para impulsar la resistencia se convocaron las Cortes en Cádiz, cuya legislación afectó a la educación de la Nueva España de varias maneras. El primer cambio ocurrió en el mismo ario de la invasión, el Catecismo civil en el que, con frases parecidas a las de la doctrina cristiana, se intentaba inculcar actitudes políticas entre la juventud.

Las Cortes de Cádiz promulgaron la libertad de los oficios, por la cual la asociación gremial del Nobilísimo Arte de Primeras Letras, establecida en 1601, perdió la facultad de limitar la enseñanza a los maestros examinados que pertenecían al gremio; así se inauguró la libertad de enseñanza en México. Otro mandato de las Cortes afectó y favoreció tanto a los profesores como a los niños: en 1813 se abolió el castigo de los azotes por ser incompatible con la dignidad de los hombres libres, extendiendo esa prohibición a las instituciones educativas.

El sistema, ya adoptado en España, utilizaba a los alumnos más avanzados como maestros de diez niños cada uno. Tomaban lecciones en bancas y de pie en semicírculos dando a los niños la oportunidad de moverse dentro del salón,
Enseñaba a leer y a escribir al mismo tiempo y usaba mesas cuya superficie constaba de cajas de arena para que los principiantes, con un palito o con su dedo, pudieran practicar las letras en la arena sin usar papel y pluma.

Durante varias décadas los jóvenes del virreinato recordaban al universitario López Portillo como alguien a quien imitar. Tan renombrado era, que desde 1754, en las plazas, vecindades y escuelas se oía decir cuando querían poner por las nubes a un muchacho: "Este es otro Portillo". En 1816 en las páginas de El periquillo Sarmiento, los compañeros del Periquillo recordaban al célebre universitario de los cuatro doctorados, comentando que la Nueva España era un lugar de "tantos ingenios célebres y únicos, como el de un Portillo". En la sociedad también quedaba un aprecio por los educadores de la Compañía de Jesús, expresada tanto por los diputados mexicanos en las Cortes de Cádiz como por José María Morelos, ambos proponían el regreso de los jesuitas.


LA VIDA  E S C O L A R

En ciudades como Puebla y México, y posiblemente en los demás centros urbanos, la mayoría de los alumnos asistieron a escuelas gratuitas, ya fueran financiadas por los ayuntamientos, grupos filantrópicos, la Iglesia, o los pueblos de indios. Niños de todos los grupos étnicos y niveles económicos convivieron en la misma aula, sin legislación o costumbres que impidieran esta práctica.

En esa época no se construyeron edificios escolares para la educación primaria, con excepción de la Escuela Patriótica del Hospicio de Pobres en la capital, la de un grupo filantrópico en Querétaro, y edificios escolares en algunos pueblos de indios pagados con fondos de las cajas de comunidad.

ESCUELAS EN LA CIUDAD DE P U E B L A EN 1 8 2 1
Escuela de niños
Núm. De escuelas
Núm. De Alumnos
% del total de alumnos
Escuelas particulares
8
331
19
Escuelas gratuitas de obras filantrópicas
4
450
26
Escuelas gratuitas de conventos y parroquias
10
930
55
Total
22
1 711
100

En 1821 la población de la ciudad de Puebla era de 60 157 personas. Se puede calcular que la población de niños varones de 6 a 12 años de edad fue de 3 007 (5% de la población total en centros urbanos; en el campo la población de niños varones de 6 a 12 años de edad fue de 8%). Asistían a las escuelas de primeras letras 1711 niños, esto significa que 5 7% de la población escolar potencial estaba inscrita en las escuelas y 8 1% de los alumnos inscritos estaban en escuelas gratuitas.

Muchos niños recibieron su primera experiencia escolar en la Amiga o "Miga" de la vecindad o barrio donde vivían. Estas escuelas, ubicadas por todas partes de las ciudades, admitían muchachos pequeños y niñas hasta la edad de 12 años, porque a esa edad las señoritas debían retirarse de un lugar público y continuar sus estudios en su propio hogar. La anciana maestra les enseñaba el catecismo y los rudimentos de la lectura con el método individual del deletreo. Llamaba a cada alumno o alumna a su lado y hacía pronunciar una de las letras impresas en la cartilla.


AL COMENZAR EL SIGLO XIX

El nuevo siglo encontró una sociedad en que muchas personas en el virreinato no siempre estuvieron de acuerdo con los mandatos reales relacionados con la educación, tales como la expulsión de los jesuitas, la enseñanza obligatoria del castellano en las escuelas, el nombramiento de profesores peninsulares en las instituciones ilustradas, el menosprecio de los europeos hacia las lenguas indígenas y hacia la capacidad intelectual de los habitantes del virreinato, fueran criollos o indios.

Algunos académicos intentaron incorporar conocimientos modernos en la ciencia y la filosofía al mismo tiempo que el gobierno, los ayuntamientos, los pueblos de indios y las órdenes religiosas se esforzaron para extender la instrucción básica a todos los niños, permitir a los maestros abrir escuelas libremente, sin pertenecer al gremio y mejorar los métodos de enseñanza.

El estilo barroco en la oratoria y la literatura que predominó al principio del siglo XVIII, cedió al uso del castellano en vez del latín, y a una expresión literaria más clara y menos rebuscada. Junto con esas ideas y prácticas, perduraron actitudes, conceptos y métodos del pasado. La mezcla de instrucción tradicional con la modernidad ilustrada iba a caracterizar la educación en los años venideros.


Referencia:
Dorothy Tanck de Estrada contenida en “La educación en México”, pp. 67-98.



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