EL ENTUSIASMO POR LA
INDEPENDENCIA
UNA DE
LAS CONSECUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA fue tener a quién echar la culpa del
atraso del país. La actitud hacia el quehacer educativo se fue matizando con el
transcurso del tiempo. Aunque Alamán promovió la educación de primeras letras
en la creencia de que "sin instrucción no hay libertad".
El
conflicto entre tradicionalistas y liberales surgía a la hora de retirar la
enseñanza religiosa del plan de estudios. La Iglesia estaba lejos de ejercer un
monopolio educativo puesto que desde el siglo XVII. Los totonacas, entre muchos
otros pueblos, vivían lejos del mundo académico, se había organizado el gremio
de maestros seglares y las mujeres abrían "amigas" para niñas.
El
hecho de que la cultura fuera católica no significaba que la Iglesia, como
institución, monopolizara la transmisión del saber. La persistencia de este
mito hasta la fecha distorsiona la historia de la educación en México.
El
establecimiento de instituciones de estudios superiores independientes de la
Universidad es muestra de-esta tendencia. También lo son los primeros pasos
hacia una educación universal (por lo menos de los varones) formalizados en un
artículo de la Constitución de la Monarquía Española de 1812, en el que se ordenaba
abrir escuelas de primeras letras en todos los pueblos del imperio.
El
reglamento encierra varios conceptos que guiaron la política educativa hasta la
guerra de Reforma, como el de que "Toda enseñanza costeada por el Estado,
o dada por cualquiera corporación con autorización del gobierno, será pública y
uniforme". Esto significaba que la enseñanza de las primeras letras en
escuelas de los ayuntamientos, asociaciones de beneficencia, parroquias o instituciones
de la Iglesia sería impartida sin exigir requisitos de ningún tipo a los
alumnos, más allá de la decencia impuesta por los usos y costumbres y una
contribución de los padres de familia para aquello que no alcanzaban a pagar
los fondos.
ENFRENTARSE A LA CRUDA
REALIDAD
El año
de 1821 no fue un parte aguas en la educación. Desde la colonia temprana, las
pocas escuelas de primeras letras estuvieron bajo la administración de los
ayuntamientos, directamente o mediante el gremio de maestros. Para finales del
siglo XVIII, los ayuntamientos desempeñaron un papel activo en la creación de escuelas
municipales.
La enseñanza
mutua (con inspectores y monitores, niños más avanzados que instruían a los
demás), mediante la cual se llevaba lectura y escritura en clases subsecuentes en
cada jornada escolar (al contrario del sistema antiguo, de aprender primero a
leer y después a escribir), conocida como el sistema lancasteriano, atendía a
los niños pobres, el sector que más interesaba al gobierno adoctrinar en la
nueva realidad política y laboral.
El
sistema lancasteriano tuvo éxito, pues logró aumentar el número de inscritos en
zonas urbanas, estableció normales (donde los jóvenes aprendían a impartir los
mismos conocimientos que acababan de adquirir), promovió clases de dibujo,
dominicales, nocturnas y de adultos, difundió la cartilla lancasteriana y, en
1842, el gobierno central le confió la Dirección General de Instrucción Primaria
para todo el país.
Las
primeras escuelas normales se establecieron bajo el sistema lancasteriano en
Zacatecas y Oaxaca, que compitieron por ser los pioneros en este tipo de
enseñanza (donde se "norma" la enseñanza en un curso que duraba de
cuatro a seis meses).
El
niño es el gran ausente en la historia de esta época: se habla de planes y
proyectos, de directores y escritores, de maestros, pero casi nunca de niños, Pues
eran actores pasivos: se les obligaba o se les prohibía asistir a la escuela,
según el criterio de los padres (más bien del padre) y se les sometía a un
método pedagógico cuyo lema era "la letra con sangre entra".
La
escuela mantenía la disciplina utilizando el miedo a un maestro equipado con un
látigo, palmeta o varilla de uso frecuente, lo que hacía de aquélla un lugar de
fastidio, aburrimiento y humillación, de lágrimas y de dolor para los niños que
no tenían buena memoria.
LOS COMIENZOS DIFÍCILES DE LA
VIDA INDEPENDIENTE
El
Estado sería la instancia supervisora y unificadora de la educación, incluyendo
la impartida por la Iglesia, pero este papel rector era difícil de ejercer
debido a otras prioridades y a la falta de recursos.
Las
ramas científicas se iban especializando en física y química, en vez de estar
agrupadas bajo la etiqueta de filosofía.
Había
que equipar laboratorios para la experimentación y la observación, con el fin
de acostumbrar a los alumnos (y a los maestros) a confiar en su propio juicio y
no recurrir a los textos de Aristóteles y otras autoridades para describir los
fenómenos de la naturaleza.
LA PRIMERA DÉCADA
Las
instituciones educativas sufrieron un deterioro severo durante la guerra de
independencia.
La
carrera de medicina o la carrera completa de derecho. Esta profesión se
convirtió en la carrera más popular del siglo XIX, en parte porque había
trabajo para los abogados. Los estados necesitaban constituciones, leyes y
decretos, códigos comerciales y penales, tribunales de justicia y hombres instruidos
en su manejo.
El
Colegio Militar, fundado en 1822, empezó a producir ingenieros que sabían
construir puentes, calzadas y edificios públicos (tales como presidencias
municipales, cárceles, mercados y hospitales), con las técnicas más avanzadas
traídas de Europa. La construcción de edificios escolares no tendría lugar
hasta la segunda mitad del siglo.
El
gobierno les daría útiles a los niños pobres; algunas escuelas propusieron
vestirlos, pues la desnudez era una de las muchas causas del ausentismo
escolar.
INSTITUCIONES RENOVADAS
El
mayor número de instituciones educativas a nivel superior en el país lo
constituían los seminarios diocesanos.
Antes
de la guerra de Reforma y la clausura de los seminarios diocesanos a manos de
los gobiernos liberales, éstos contribuyeron a la formación de generaciones de
abogados, literatos, periodistas, otros profesionistas y hombres de sotana que
aportaron sus conocimientos a la formación del México moderno.
EL CENTRALISMO Y SANTA ANNA
Si la
ausencia de Santa Anna fue clave para iniciar las reformas educativas de 1833 y
1834 (con las cuales éste posiblemente estuvo de acuerdo, pero sin querer pagar
los costos políticos); en 1843 designó como ministro de Instrucción Pública.
Baranda,
en 1843 el congreso aprobó un plan general de estudios en el cual se
especificaron las materias comunes para todas las carreras y los tiempos de
cada una de ellas, las becas, los maestros, las instituciones y los
presupuestos para sostener la educación secundaria y superior.
Promovió
la enseñanza del mexicano, tarasco, otomí, francés, inglés, alemán y griego.
Creó escuelas de agricultura y de artes y oficios. Reglamentó las carreras de
agrimensor, ensayador, apartador de oro y plata, beneficiador de metales,
ingeniero de minas, geógrafo y naturalista (algunas de estas carreras ya se
cursaban en el Colegio de Minería).
Propuso
un examen general de conocimientos después de la preparatoria, antes de
matricularse en una carrera. Baranda decía que la enseñanza debía tener una finalidad
religiosa. Era la ideología oficial e indica hasta qué punto se mantenía el
consenso en cuanto al papel que desempeñaba la Iglesia en la sociedad.
Buscaba
promover nuevas carreras, pues le parecía que los padres de familia sólo
escogían para sus hijos las tradicionales de sacerdote, abogado y médico,
cuando al país le faltaban científicos.
MÉXICO
A MEDIO SIGLO
En
1853 se dio la última ley educativa que obligaba a seguir los dictados de la
Iglesia. Se decretó que durante media hora cada mañana y cada tarde los alumnos
de las escuelas primarias debían aprenderse de memoria el catecismo del jesuita
Jerónimo de Ripalda. Todavía se consideraba este conocimiento como lo más
esencial, lo fundamental para todo niño.
En
1853 se otorgó a los jesuitas el permiso para erigirse en comunidades,
establecer colegios, hospicios, casas profesas, noviciados, residencias,
misiones y congregaciones y se ofreció devolverles sus antiguas casas,
colegios, templos y bienes, exceptuando el Colegio de San Ildefonso, que había
quedado en manos del gobierno.
En
1873 el presidente Sebastián Lerdo de Tejada expulsó a los jesuitas y a las
Hermanas de la Caridad, que también manejaban escuelas de primeras letras.
La
década de 1850 fue testigo de profundos cambios en cuanto al camino que debía
seguir la sociedad y al papel que debería desempeñar la Iglesia como trasmisora
de un sistema de valores y de una moral que eran el único freno posible al
libertinaje y al desorden, según gran parte de la opinión pública. Para algunos
políticos significaba que el Estado no intervendría en la educación.
UN CATOLICISMO MÁS SECULAR
Las
ideas educativas de Maximiliano concordaban con el modelo de escuela francesa
ya conocido en México. La legislación del Segundo Imperio invitó a los padres a
cooperar más estrechamente en la educación de sus hijos y a estar en contacto
con los maestros.
La
instrucción Primaria sería obligatoria desde los 5 hasta los 10 años de edad; antes
se había declarado gratuita y uniforme, según la época, pero no obligatoria a
nivel nacional, salvo por el interludio centralista 1842-1845. Sería gratuita
para los que no pudieran pagar un peso al mes y el ayuntamiento de cada lugar
se encargaría de decidir quiénes eran pobres de solemnidad.
La
estructura de la educación secundaria durante el Segundo Imperio seguía de
cerca el sistema francés. El alumno asistiría primero a un liceo durante cuatro
años, mismo que terminaría de cursar cuando más temprano a los 14 años de edad.
A partir de ese momento, podría optar por una carrera literaria, una tecnológica
o una corta en la Academia de Agricultura, la Escuela Militar de Oficiales o la
Escuela de Comercio.
El
Colegio Literario era para los futuros abogados, médicos o científicos, donde
estudiarían hasta los 18 años de edad. Los que no quisieran presentar un examen
general de conocimientos al finalizar las materias podrían seguir sus estudios
en las escuelas de Farmacia, Veterinaria o Administración Pública.
Las
carreras prácticas eran las de minero, ingeniero militar, civil, mecánico o
agrimensor, cuya preparación se hacía en el Colegio de Artes. Podrían terminar
los estudios preparatorios a los 17 años de edad. En estos colegios se
desecharon las lenguas antiguas para hacer hincapié en las ciencias exactas y
en las artes útiles.
Era la primera vez en la historia de la educación en
México que los niveles educativos tomaban en cuenta la edad del alumno. La
intención era que los estudiantes de la misma edad irían a la par en su
programa y que terminarían las materias todos juntos.
El liberalismo de los años posteriores a la guerra
de Reforma sufrió una contradicción interna que finalmente tuvo que obviar en
nombre de la conveniencia política. Entre los políticos liberales se discutió
mucho la obligatoriedad de la enseñanza.
UN VISTAZO DE TRESCUARTOS DE SIGLO
Francisco
Díaz Covarrubias calculó que en 1875 había 8 103 escuelas primarias en México y
que se debería duplicar el número para poder atender adecuadamente a 1 800 000
niños que, según sus cuentas, estaban en edad escolar. Aparecieron las escuelas
mixtas, debido a que la mayoría de las localidades tenía menos de 2 500
habitantes e insuficientes recursos, lo que no significaba que asistieran
hombres y mujeres juntos, sino más bien en horarios o días distintos en el
mismo edificio.
En
1875, en la mitad de los estados todavía no era obligatoria la enseñanza
primaria y, en la otra mitad, las leyes no eran eficaces. Faltaba multiplicar el
número de escuelas, mejorar el método, convencer a los padres de familia de su
utilidad, elevar el nivel de conocimientos y hacer más atractiva la carrera
magisterial.
EL FIN DE ESTA HISTORIA
Fomentaría
la moralidad, el orden y el progreso. La guerra de Reforma cambió la dirección
que llevaba el país desde la independencia.
El
darwinismo social decretó que no tenía mucho caso educar a los indígenas puesto
que su manera de vivir estaba condenada a desaparecer. La educación se
convirtió en pieza de ajedrez al servicio del poder.
Referencia:
Anne Staples contenida en “La educación de
México”, pp. 99-126.
Buena historia
ResponderEliminar