miércoles, 14 de junio de 2017

ENTUSIASMO POR LA INDEPENDENCIA

EL ENTUSIASMO POR LA INDEPENDENCIA

UNA DE LAS CONSECUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA fue tener a quién echar la culpa del atraso del país. La actitud hacia el quehacer educativo se fue matizando con el transcurso del tiempo. Aunque Alamán promovió la educación de primeras letras en la creencia de que "sin instrucción no hay libertad".

El conflicto entre tradicionalistas y liberales surgía a la hora de retirar la enseñanza religiosa del plan de estudios. La Iglesia estaba lejos de ejercer un monopolio educativo puesto que desde el siglo XVII. Los totonacas, entre muchos otros pueblos, vivían lejos del mundo académico, se había organizado el gremio de maestros seglares y las mujeres abrían "amigas" para niñas.

El hecho de que la cultura fuera católica no significaba que la Iglesia, como institución, monopolizara la transmisión del saber. La persistencia de este mito hasta la fecha distorsiona la historia de la educación en México.

El establecimiento de instituciones de estudios superiores independientes de la Universidad es muestra de-esta tendencia. También lo son los primeros pasos hacia una educación universal (por lo menos de los varones) formalizados en un artículo de la Constitución de la Monarquía Española de 1812, en el que se ordenaba abrir escuelas de primeras letras en todos los pueblos del imperio.

El reglamento encierra varios conceptos que guiaron la política educativa hasta la guerra de Reforma, como el de que "Toda enseñanza costeada por el Estado, o dada por cualquiera corporación con autorización del gobierno, será pública y uniforme". Esto significaba que la enseñanza de las primeras letras en escuelas de los ayuntamientos, asociaciones de beneficencia, parroquias o instituciones de la Iglesia sería impartida sin exigir requisitos de ningún tipo a los alumnos, más allá de la decencia impuesta por los usos y costumbres y una contribución de los padres de familia para aquello que no alcanzaban a pagar los fondos.


ENFRENTARSE A LA CRUDA REALIDAD

El año de 1821 no fue un parte aguas en la educación. Desde la colonia temprana, las pocas escuelas de primeras letras estuvieron bajo la administración de los ayuntamientos, directamente o mediante el gremio de maestros. Para finales del siglo XVIII, los ayuntamientos desempeñaron un papel activo en la creación de escuelas municipales.

La enseñanza mutua (con inspectores y monitores, niños más avanzados que instruían a los demás), mediante la cual se llevaba lectura y escritura en clases subsecuentes en cada jornada escolar (al contrario del sistema antiguo, de aprender primero a leer y después a escribir), conocida como el sistema lancasteriano, atendía a los niños pobres, el sector que más interesaba al gobierno adoctrinar en la nueva realidad política y laboral.

El sistema lancasteriano tuvo éxito, pues logró aumentar el número de inscritos en zonas urbanas, estableció normales (donde los jóvenes aprendían a impartir los mismos conocimientos que acababan de adquirir), promovió clases de dibujo, dominicales, nocturnas y de adultos, difundió la cartilla lancasteriana y, en 1842, el gobierno central le confió la Dirección General de Instrucción Primaria para todo el país.

Las primeras escuelas normales se establecieron bajo el sistema lancasteriano en Zacatecas y Oaxaca, que compitieron por ser los pioneros en este tipo de enseñanza (donde se "norma" la enseñanza en un curso que duraba de cuatro a seis meses).

El niño es el gran ausente en la historia de esta época: se habla de planes y proyectos, de directores y escritores, de maestros, pero casi nunca de niños, Pues eran actores pasivos: se les obligaba o se les prohibía asistir a la escuela, según el criterio de los padres (más bien del padre) y se les sometía a un método pedagógico cuyo lema era "la letra con sangre entra".

La escuela mantenía la disciplina utilizando el miedo a un maestro equipado con un látigo, palmeta o varilla de uso frecuente, lo que hacía de aquélla un lugar de fastidio, aburrimiento y humillación, de lágrimas y de dolor para los niños que no tenían buena memoria.



LOS COMIENZOS DIFÍCILES DE LA VIDA INDEPENDIENTE

El Estado sería la instancia supervisora y unificadora de la educación, incluyendo la impartida por la Iglesia, pero este papel rector era difícil de ejercer debido a otras prioridades y a la falta de recursos.

Las ramas científicas se iban especializando en física y química, en vez de estar agrupadas bajo la etiqueta de filosofía.

Había que equipar laboratorios para la experimentación y la observación, con el fin de acostumbrar a los alumnos (y a los maestros) a confiar en su propio juicio y no recurrir a los textos de Aristóteles y otras autoridades para describir los fenómenos de la naturaleza.

LA PRIMERA DÉCADA

Las instituciones educativas sufrieron un deterioro severo durante la guerra de independencia.

La carrera de medicina o la carrera completa de derecho. Esta profesión se convirtió en la carrera más popular del siglo XIX, en parte porque había trabajo para los abogados. Los estados necesitaban constituciones, leyes y decretos, códigos comerciales y penales, tribunales de justicia y hombres instruidos en su manejo.

El Colegio Militar, fundado en 1822, empezó a producir ingenieros que sabían construir puentes, calzadas y edificios públicos (tales como presidencias municipales, cárceles, mercados y hospitales), con las técnicas más avanzadas traídas de Europa. La construcción de edificios escolares no tendría lugar hasta la segunda mitad del siglo.

El gobierno les daría útiles a los niños pobres; algunas escuelas propusieron vestirlos, pues la desnudez era una de las muchas causas del ausentismo escolar.


INSTITUCIONES RENOVADAS

El mayor número de instituciones educativas a nivel superior en el país lo constituían los seminarios diocesanos.

Antes de la guerra de Reforma y la clausura de los seminarios diocesanos a manos de los gobiernos liberales, éstos contribuyeron a la formación de generaciones de abogados, literatos, periodistas, otros profesionistas y hombres de sotana que aportaron sus conocimientos a la formación del México moderno.

EL CENTRALISMO Y SANTA ANNA

Si la ausencia de Santa Anna fue clave para iniciar las reformas educativas de 1833 y 1834 (con las cuales éste posiblemente estuvo de acuerdo, pero sin querer pagar los costos políticos); en 1843 designó como ministro de Instrucción Pública.

Baranda, en 1843 el congreso aprobó un plan general de estudios en el cual se especificaron las materias comunes para todas las carreras y los tiempos de cada una de ellas, las becas, los maestros, las instituciones y los presupuestos para sostener la educación secundaria y superior.

Promovió la enseñanza del mexicano, tarasco, otomí, francés, inglés, alemán y griego. Creó escuelas de agricultura y de artes y oficios. Reglamentó las carreras de agrimensor, ensayador, apartador de oro y plata, beneficiador de metales, ingeniero de minas, geógrafo y naturalista (algunas de estas carreras ya se cursaban en el Colegio de Minería).

Propuso un examen general de conocimientos después de la preparatoria, antes de matricularse en una carrera. Baranda decía que la enseñanza debía tener una finalidad religiosa. Era la ideología oficial e indica hasta qué punto se mantenía el consenso en cuanto al papel que desempeñaba la Iglesia en la sociedad.

Buscaba promover nuevas carreras, pues le parecía que los padres de familia sólo escogían para sus hijos las tradicionales de sacerdote, abogado y médico, cuando al país le faltaban científicos.


MÉXICO A MEDIO SIGLO

En 1853 se dio la última ley educativa que obligaba a seguir los dictados de la Iglesia. Se decretó que durante media hora cada mañana y cada tarde los alumnos de las escuelas primarias debían aprenderse de memoria el catecismo del jesuita Jerónimo de Ripalda. Todavía se consideraba este conocimiento como lo más esencial, lo fundamental para todo niño.

En 1853 se otorgó a los jesuitas el permiso para erigirse en comunidades, establecer colegios, hospicios, casas profesas, noviciados, residencias, misiones y congregaciones y se ofreció devolverles sus antiguas casas, colegios, templos y bienes, exceptuando el Colegio de San Ildefonso, que había quedado en manos del gobierno.

En 1873 el presidente Sebastián Lerdo de Tejada expulsó a los jesuitas y a las Hermanas de la Caridad, que también manejaban escuelas de primeras letras.

La década de 1850 fue testigo de profundos cambios en cuanto al camino que debía seguir la sociedad y al papel que debería desempeñar la Iglesia como trasmisora de un sistema de valores y de una moral que eran el único freno posible al libertinaje y al desorden, según gran parte de la opinión pública. Para algunos políticos significaba que el Estado no intervendría en la educación.


UN CATOLICISMO MÁS SECULAR

Las ideas educativas de Maximiliano concordaban con el modelo de escuela francesa ya conocido en México. La legislación del Segundo Imperio invitó a los padres a cooperar más estrechamente en la educación de sus hijos y a estar en contacto con los maestros.

La instrucción Primaria sería obligatoria desde los 5 hasta los 10 años de edad; antes se había declarado gratuita y uniforme, según la época, pero no obligatoria a nivel nacional, salvo por el interludio centralista 1842-1845. Sería gratuita para los que no pudieran pagar un peso al mes y el ayuntamiento de cada lugar se encargaría de decidir quiénes eran pobres de solemnidad.

La estructura de la educación secundaria durante el Segundo Imperio seguía de cerca el sistema francés. El alumno asistiría primero a un liceo durante cuatro años, mismo que terminaría de cursar cuando más temprano a los 14 años de edad. A partir de ese momento, podría optar por una carrera literaria, una tecnológica o una corta en la Academia de Agricultura, la Escuela Militar de Oficiales o la Escuela de Comercio.
El Colegio Literario era para los futuros abogados, médicos o científicos, donde estudiarían hasta los 18 años de edad. Los que no quisieran presentar un examen general de conocimientos al finalizar las materias podrían seguir sus estudios en las escuelas de Farmacia, Veterinaria o Administración Pública.

Las carreras prácticas eran las de minero, ingeniero militar, civil, mecánico o agrimensor, cuya preparación se hacía en el Colegio de Artes. Podrían terminar los estudios preparatorios a los 17 años de edad. En estos colegios se desecharon las lenguas antiguas para hacer hincapié en las ciencias exactas y en las artes útiles.

Era la primera vez en la historia de la educación en México que los niveles educativos tomaban en cuenta la edad del alumno. La intención era que los estudiantes de la misma edad irían a la par en su programa y que terminarían las materias todos juntos.

El liberalismo de los años posteriores a la guerra de Reforma sufrió una contradicción interna que finalmente tuvo que obviar en nombre de la conveniencia política. Entre los políticos liberales se discutió mucho la obligatoriedad de la enseñanza.


UN VISTAZO DE TRESCUARTOS DE SIGLO

Francisco Díaz Covarrubias calculó que en 1875 había 8 103 escuelas primarias en México y que se debería duplicar el número para poder atender adecuadamente a 1 800 000 niños que, según sus cuentas, estaban en edad escolar. Aparecieron las escuelas mixtas, debido a que la mayoría de las localidades tenía menos de 2 500 habitantes e insuficientes recursos, lo que no significaba que asistieran hombres y mujeres juntos, sino más bien en horarios o días distintos en el mismo edificio.
En 1875, en la mitad de los estados todavía no era obligatoria la enseñanza primaria y, en la otra mitad, las leyes no eran eficaces. Faltaba multiplicar el número de escuelas, mejorar el método, convencer a los padres de familia de su utilidad, elevar el nivel de conocimientos y hacer más atractiva la carrera magisterial.

EL FIN DE ESTA HISTORIA

Fomentaría la moralidad, el orden y el progreso. La guerra de Reforma cambió la dirección que llevaba el país desde la independencia.

El darwinismo social decretó que no tenía mucho caso educar a los indígenas puesto que su manera de vivir estaba condenada a desaparecer. La educación se convirtió en pieza de ajedrez al servicio del poder.



Referencia:

Anne Staples contenida en “La educación de México”, pp. 99-126.

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