miércoles, 14 de junio de 2017

FIN DEL SIGLO Y DE UN REGIMEN

FIN DEL SIGLO Y DE UN REGIMEN
La Educación Elemental en el Porfiriato

La república restaurada quiso avanzar por el camino de la modernidad, a la vez conservar la Constitución de 1857. El primer pasó a terminar con las gavillas de delincuentes que pululaban después de la partida de los franceses. El segundo era restablecer y crear organizaciones acordes con un Estado laico, representativo y republican. La tarea no era fácil, pues faltaba la base económica que permitiría financiar las obras públicas, la pobreza era el enemigo más difícil de vencer.
Porfirio Díaz vio la pacificación del país: la creación de fuentes de riquezas, el restablecimiento de la agricultura y el comercio, la introducción paulatina de cierta racionalidad y estabilidad en el gobierno. La promesa de orden y progreso parecía realizable. En 1880 a la Revolución delimita uno de los periodos de mayor crecimiento económico y población.
Entre la clase política el enorme optimismo de los primeros años de la independencia de 1821 surgió nuevamente a medida que se iba acercando la fecha mágica de 1910. México se autoproclamo país moderno, civilizado y progresista con una educación moderna: esto es lo que creían tener en manos los hombres casados con el racionalismo, es decir, los científicos y los positivistas. Su, método educativo busco darle al educando una visión exacta de la realidad basada en la experimentación y la observación, pero también en el enciclopedismo, para ser oculto y conocedor de muchas cosas. Este mismo principio se apodero de todas las carreras.
Entre 1880-1910, México produjo hombres de vastos conocimientos políticos comprometidos, periodistas aguerridos, músicos inspirados, científicos esforzados la lista es larga pero no hubo mucho progreso en mejorar la suerte del pueblo: proteger de los abusos militares, políticos, hacendados, industriales e inversionistas extranjeros.



El Niño Centro de Enseñanza
Durante el interludio gubernamental del presidente Manuel González, el congreso Higiénico Pedagógico anuncio el cambio de enfoque que tendría la educación primaria durante el largo gobierno de Porfirio Díaz: el niño se convertiría en objeto principal dela preocupación de los educadores. Asimismo percibieron la enseñanza objetiva y el cultivo de las facultades físicas, morales e intelectuales. En lugar de premios y castigos. Los alumnos deberían aprender a reconocer las consecuencias de sus actos para formar en ellos el hábito de hacer el bien.
Las discusiones fueron una de las muchas reacciones contra el insalubre estado de los edificios escolares, causas del aumento de enfermedades como sarampión, viruela, tifoidea, o tina entre los estudiantes. La mayoría de las escuelas estaba alojada en casa de alquiler inapropiado que con frecuencia eran también el hogar del director o del maestro y su familia quienes escogían para su uso las mejores habitaciones.
Los educadores censuraron también la rigidez del sistema educativo y los métodos en boga, en particular el lancasteriano. Varios de ellos se habían pronunciado contra el uso excesivo de la memoria y la coacción. Era urgente una reforma pedagógica que eliminara las prácticas carcelarias que hacían de los estudiantes víctimas de los maestros y prisioneros de la escuela.
En 1881, en Alvarado, Laubscher enseñaba a los niños a leer y a escribir simultáneamente sin el ancestral y tedioso deletreo e impartía “lecciones de cosas” (ejercicios sobre objetos y fenómenos  que rodeaban de padres y educadores, los alumnos parecían disfrutarlas.
Laubscher estableció la Escuela Modelo de Ortizaba (entonces la capital de Veracruz), centro experimental de técnicas que se difundieron en el estado, primero, y en el país después.  Los maestros asistieron a cursos sabatinos para conocer corrientes pedagógicas nuevas y practicar la enseñanza objetiva.
Si bien el lancasteriano permitía la enseñanza a mayo número de niños y aliviaba la carga del maestro, el simultáneo revaloraba el papel de este. La pedagogía Rebsamiana exalto el trabajo del maestro, antaño tan menospreciado. Para Rebsamen los métodos solo tenían valor por la habilidad de quien los usaba: el verdadero maestro obtendría buenos resultados aun así no seguía ciertos linchamientos y por el contrario, nada conseguiría “el que no es maestro aunque tuviera a su disposición los mejores métodos”
Rebsamen recordaba al maestro saber sus enseñanzas en los intereses y conocimientos del niño y guiarlos a descubrir el mundo por sí mismo. Coincidía con Locke en que “nada hay en el entendimiento humano que no haya pasado antes por los sentidos” y exhortaba al docente a recurrir a las enseñanzas objetivas.
Para Rebsamen la verdadera educación debería desarrollar las capacidades físicas, intelectuales, éticas y estéticas del niño.
Muchos estados empezaron a abrir las escuelas normales para varones, lo hizo Oaxaca en 1883, con un plan de estudios que se aumentó a cinco años en 1890.
La de mayor impacto fue la que en 1887 creo Rebsamen en jalapa, la Escuela Normal de Profesores, cuya fama se extendió por el país. Fue semillero de maestros y ocasiono unas verdaderas dispersiones educadoras.
Torres Quintero fue autor de varios textos, entre ellos el Método Onomatopéyico de lectura, tan popular como el de Rebsamen. Laubscher, por su parte, llevo sus enseñanzas a Chihuahua pero murió antes de realizar su proyecto de una escuela normal.
Las inquietudes de estos educadores fueron compartidas por Joaquín Baranda, ministro de Justicia e Instrucción Pública durante un largo periodo de 19 años a partir de 1882. Baranda creía en las escuelas primarias como la solución a los problemas nacionales y en el Estado como la solución a los problemas nacionales y el Estado como la única instancia con posibilidad de llevar la educación a todo el país y a todos los grupos sociales. Impulso la creación de la Normal de México, que además de ser la primera institución de su género con carácter federal, adquirió la facultad de expedir títulos de profesor de instrucción primaria.
La Academia de Pedagogía del ayuntamiento de la capital, presidido por el mismo Dr. Ruiz. La Normal de México fue solo para varones hasta 1924, a diferencia de la de Jalapa que era mixta, aunque la primera mujer se inscribió dos años después de su apertura.
En 1890, la Secundaria para Niñas, que impartía materias aisladas, artes y oficios, idiomas y pedagogía, se convirtió en la Normal de Maestras y sufrió una reducción en sus años de estudios de seis que había permitido a la egresadas desempeñar varios empleos y dar clases incluso de educación secundaria a cuatro, que limito a las tituladas a enseñar solo en la primarias.
Durante el Porfirito,  el magisterio, considerando la carrera femenina por excelencia, era una de las pocas opciones y algunos ideológicos, entre ellos Justo Sierra, reafirmaba la creencia de que las mujeres se inclinaban instintivamente hacia las tareas educaban y el cuidado materia y moral de los niños.
En 1900, al parecer, 91% de los estudiantes de normal en el país eran mujeres. En 1907, de los 15 525 profesores, solo 23% eran varones. En menos de 30 años, la profesión de maestros de primaria se había convertido en una actividad femenina.
No obstante que la profesión de maestros gozaba de cierto prestigio, los sueldos eran bajos; variaban de 30 a 80 pesos mensuales comparables con el de un obrero o un conductor de tranvía y el campo, los salarios de los docentes eran iguales a los de un jornalero.
Sin embargo, a principio del siglo XX el ejército del magisterio era muy popular: en 1900 había 45 normales en 19 Estados y 2000 estudiantes, la mitad de ellos en el Distrito Federal. En el mismo año solo el 25% de los 15 000 maestros del país eran titulados.


Un Busca de la Unidad
En 1888 se promulgo la ley de Instrucción Obligatoria que comprendía la enseñanza elemental. Entre los 6 y 12 años de edad, recibía en cualquier establecimiento oficial o particular. La meta del ministró Baranda era llevar la educación “a los niños de las grandes poblaciones o de los villorios y de las haciendas, al campo a las tribus  indígenas rezagadas”. El analfabetismo afectaba a 80% de la población y el índice de asistencia a la escuela era de 41 en un millar.
El mistro buscaba la “Federación” de la enseñanza unir los esfuerzos de las diversas entidades y adoptar un programa general. El propósito era unificar la enseñanza primaria.
El primer Congreso de Instrucción Pública (diciembre de 1889), fue precedido por Justo Sierra.
Baranda defendió un programa educativo general, así como el carácter laico, gratuito y obligatorio de la educación, que los congresistas aceptaron, dada la heterogeneidad del país.
Sierra señalaba que “la escuela pública no puede entre nosotros no ser laica”. Para el educador la palabra “laica” era confirmación de la absoluta neutralidad de la escuela; el Estado no podía proporcionar, en ningún otro caso, otra instrucción pero tampoco excluía la enseñanza religiosa en la escuela privada.
El concepto de instrucción, que daba nombre al Congreso, fue sustituido por el de educación, promovido, por Rabsanmen, que implicaba el desarrollo armónico e integral del niño, lo demostraría que era posible enseñar moral sin religión.
En su lugar, se votó por el simultáneo que cumplía con los fines instructivo y educativo; se aconsejó tener grupos de un máximo de 50 alumnos, clases orales, el uso cie la forma socrática y limitar la “expositivo-dogmática”; el maestro debería dirigir las preguntas a todo el grupo pero evitar las respuestas a coro.
Los congresistas  se pronunciaron a favor de una retribución digna para los maestros, de proporcionarles ayuda en caso de enfermedad, distinciones por años de trabajo, jubilación y dispensa de contribuciones y servició militar. 
Maestros ambulantes deberían impartir la primaria obligatoria en las comunidades aisladas.
Así mismo establecer la enseñanza primaria superior de dos años como requisito para la preparatoria, crear escuelas de párvulos al modo de las ideas de Frobel e introducir trabajos manuales en todos los ciclos.
El segundo congreso de instrucción (diciembre de 1890 a 28 febrero de 1891) presidido de nuevo por Sierra, abordó los temas, los útiles y lo mobiliario, los requisitos de higiene, los títulos de maestros, la Escuela Normal, la coincidencia de los métodos y programas de las escuelas estatales y las del Distrito Federal.
El método educativo e instructivo recomendado significaba, por una parte, el orden en el que deberían presentar los conocimientos: de lo fácil a lo difícil, de lo conocido a lo desconocido, de lo concreto a lo abstracto, y de lo empírico a lo racional; por otra parte, la forma de exponer, debería ser la interrogativa y no la expositiva.
Uno de los primeros frutos del Congresos fue la supresión de la Compañía Lancasteriana en el Distrito Federal y territorios en marzo de 1890. Las escuelas  que tenían a su cargo se convirtieron en nacionales y pasaron a depender del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, quien debería de poner en práctica los métodos modernos de enseñanza.
En la Ciudad de México, el gobierno Federal que solo tenía 39 escuelas, decreto en 1896 la nacionalización (o federación) de las 417 municipales.
A principios del gobierno de Porfirio Díaz, el 10% de las escuelas oficiales dependían del ejecutivo federal y de los gobiernos estatales, ministeriales que en 1900, los ayuntamientos solo manejaban 20% de las escuelas.
Aumento la primaria superior de dos a cuatro años e hizo obligatorios en el Distrito Federal los dos primeros, lo que de hecho extendió la educación obligatoria a seis años, meta inalcanzable porque pocos alumnos iban más allá de los primeros años de la elemental.
La preocupación de Sierra para lograr que los niños acudieran a la escuela le llevo los primeros años del siglo proporcionar vestido y alimentos y a vigilar a la marcha de las escuelas por medio de un cuerpo de inspectores.
En la capital al asistencia aumento de 75 000 alumnos en 1900, a 112 000 en 190, una escuela por cada 139 alumnos, lo que estaba cerca del ideal de una por cada 100 alumnos. Para el mismo año la escolaridad en el país había aumentado a 59 matriculados par cada 1 000 habitantes. Sin embargo, la asistencia fue muy irregular e hizo evidente la diversidad.
Por otro lado, más de 81% de quienes acudían a la escuela vivían en poblaciones urbanas.
Para  el final del Porfiriato  el aumento proporcional de escuelas privadas fue espectacular: en poco más de 30 años su número creció más del doble.
El 16 de mayo de 1905 se creó la Secretaria de Instrucción Publica, con lo que se cumplió el anhelo de Justo Sierra de que el ramo tuviera la importancia y autonomía que merecía.


Preparatorias
La Escuela Nacional Preparatoria fue una de las glorias de la República Restaurada. Al alejar las amenazas extranjeras tras la caída de Maximiliano, el gobierno tuvo en mente dos objetivos: crear las condiciones ideológicas que impedirían, en el futuro, una alianza de sectores tradicionales y de la Iglesia que buscaran en una fuerte influencia clerical o en una monarquía el remedio a los males del país, y abrir las puertas a la modernización, mediante el orden y el progreso.
Pero igualmente importante era la formación de hábitos de estudio y disciplina en los jóvenes, razón por la cual la Escuela Nacional Preparatoria ocupó un lugar distinguido en la historia de la educación superior desde el regreso de Juárez al poder.
Antes de 1890 más de una docena se había atrevido a pisar sus aulas; de esta fecha hasta fin del siglo se matricularon 58. Fue un comienzo tímido pero impactante. Por lo menos habían desaparecido los obstáculos legales que impedían a las mujeres el ingreso a las instituciones de estudios superiores y profesionales.
El Segundo Congreso de Instrucción, hubo oposición a que la Escuela Nacional Preparatoria conservara el método científico y el plan de estudios contiene, dispuestos en la ley de 1867. Finalmente, a finales del siglo XIX se modificó el sentido original de la preparatoria, quitándole el sabor positivista. Al principio del Porfiriato sólo había preparatorias en 17 estados; tres décadas después, 25 de los 29 estados tenían por lo menos una preparatoria o, en algunos casos, varias del gobierno o privadas.

El Nacimiento de la Escuela de Altos Estudios y de la Universidad
Mientras el régimen agonizaba, las autoridades se esforzaban en mostrar al mundo la imagen de un México moderno y próspero.
La Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes celebró estas fiestas con varios acontecimientos: el Congreso Nacional de Educación; la inauguración de la Universidad Nacional; el primer Congreso Nacional de Estudiantes; la exposición de pintura mexicana en San Carlos; la inauguración del edificio de la Escuela Normal de Maestros, la primera escuela ferrocarrilera y la escuela para niñas La Corregidora de Querétaro.
Otra fundación que enmarcaba los progresos hechos en educación, y que dio realce a las festividades del Centenario, fue la Escuela de Altos Estudios. Era una institución de perfeccionamiento para profesionistas, una escuela de posgrado que debería reunir a los mejores conocedores de las ciencias y de las artes, a quienes se les asignaba la responsabilidad de coordinar la investigación científica en el país. Por algunos años se calificó a Altos Estudios de "fantasía porfiriana", de ser una institución elitista, ajena a las necesidades populares. En 1910, 15% del alumnado eran mujeres. Fue el antecedente inmediato de la Universidad Nacional.
El Centenario fue una coyuntura favorable para que Sierra reviviera su proyecto universitario de 1881.
La antigua Universidad, que "había cesado de tener funciones adaptables a la marcha de la sociedad", así como a las denuncias de la mala calidad de la enseñanza elemental, lo que decidió a Sierra a dejar de lado el proyecto. No se dio por vencido, y fortalecido desde su posición de secretario, presentó ante el Congreso el 17 de enero de 1910 una nueva propuesta universitaria en la que planteaba el laicismo y resaltaba la importancia de la institución en la obra educativa nacional.
Su proyecto fue aprobado en mayo de 1910.
La Universidad incluía las escuelas profesionales, integraba a la Preparatoria y contaría con un consejo del que formarían parte los alumnos, aunque sólo con voz informativa. La fundación de la Universidad se redujo a una oficina directiva, la del rector, que se instaló en la vieja Escuela Normal, ya que las demás escuelas profesionales, salvo Altos Estudios, contaban con sus propias instalaciones.



El Recuento Final
El índice de analfabetismo a finales del Porfiriato era desalentador. Más de 70% de la población no sabía leer ni escribir y el régimen fracasó en llevar la escuela a todo el pueblo, como anhelaban los educadores.
El Estado de México, Querétaro y Chihuahua, se destinó 40% del presupuesto a la instrucción pública, sobre todo la primaria, y los alcances educativos en las cabeceras municipales fueron enormes. En comparación, la federación destinaba sólo 7% del presupuesto al rubro educación, cifra que lamentaba Sierra. Los porcentajes de analfabetismo en 1877 comprueban que hubo logros importantes para 1910.

El Porfiriato dejó entre sus legados la búsqueda de métodos liberadores, de una educación laica, gratuita y obligatoria que sirvió de punto de partida a los gobiernos revolucionarios para poner en marcha un programa educativo universal y unificador. Sin embargo, después de los años de lucha armada y reacomodos durante la Revolución, se pudieron sentar las bases que hicieron posible la construcción de un sistema de educación nacional.
autor:Engracia Loyo y Anne Staples

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