FIN DEL SIGLO Y DE UN REGIMEN
La
Educación Elemental en el Porfiriato
La república restaurada quiso avanzar
por el camino de la modernidad, a la vez conservar la Constitución de 1857. El
primer pasó a terminar con las gavillas de delincuentes que pululaban después
de la partida de los franceses. El segundo era restablecer y crear
organizaciones acordes con un Estado laico, representativo y republican. La
tarea no era fácil, pues faltaba la base económica que permitiría financiar las
obras públicas, la pobreza era el enemigo más difícil de vencer.
Porfirio Díaz vio la pacificación del
país: la creación de fuentes de riquezas, el restablecimiento de la agricultura
y el comercio, la introducción paulatina de cierta racionalidad y estabilidad
en el gobierno. La promesa de orden y progreso parecía realizable. En 1880 a la
Revolución delimita uno de los periodos de mayor crecimiento económico y
población.
Entre la clase política el enorme
optimismo de los primeros años de la independencia de 1821 surgió nuevamente a
medida que se iba acercando la fecha mágica de 1910. México se autoproclamo
país moderno, civilizado y progresista con una educación moderna: esto es lo
que creían tener en manos los hombres casados con el racionalismo, es decir,
los científicos y los positivistas. Su, método educativo busco darle al
educando una visión exacta de la realidad basada en la experimentación y la
observación, pero también en el enciclopedismo, para ser oculto y conocedor de
muchas cosas. Este mismo principio se apodero de todas las carreras.
Entre 1880-1910, México produjo hombres
de vastos conocimientos políticos comprometidos, periodistas aguerridos,
músicos inspirados, científicos esforzados la lista es larga pero no hubo mucho
progreso en mejorar la suerte del pueblo: proteger de los abusos militares,
políticos, hacendados, industriales e inversionistas extranjeros.
Durante el interludio gubernamental del
presidente Manuel González, el congreso Higiénico Pedagógico anuncio el cambio
de enfoque que tendría la educación primaria durante el largo gobierno de
Porfirio Díaz: el niño se convertiría en objeto principal dela preocupación de
los educadores. Asimismo percibieron la enseñanza objetiva y el cultivo de las
facultades físicas, morales e intelectuales. En lugar de premios y castigos.
Los alumnos deberían aprender a reconocer las consecuencias de sus actos para
formar en ellos el hábito de hacer el bien.
Las discusiones fueron una de las muchas
reacciones contra el insalubre estado de los edificios escolares, causas del
aumento de enfermedades como sarampión, viruela, tifoidea, o tina entre los
estudiantes. La mayoría de las escuelas estaba alojada en casa de alquiler
inapropiado que con frecuencia eran también el hogar del director o del maestro
y su familia quienes escogían para su uso las mejores habitaciones.
Los educadores censuraron también la
rigidez del sistema educativo y los métodos en boga, en particular el
lancasteriano. Varios de ellos se habían pronunciado contra el uso excesivo de
la memoria y la coacción. Era urgente una reforma pedagógica que eliminara las prácticas
carcelarias que hacían de los estudiantes víctimas de los maestros y
prisioneros de la escuela.
En 1881, en Alvarado, Laubscher enseñaba
a los niños a leer y a escribir simultáneamente sin el ancestral y tedioso
deletreo e impartía “lecciones de cosas” (ejercicios sobre objetos y
fenómenos que rodeaban de padres y
educadores, los alumnos parecían disfrutarlas.
Laubscher estableció la Escuela Modelo
de Ortizaba (entonces la capital de Veracruz), centro experimental de técnicas
que se difundieron en el estado, primero, y en el país después. Los maestros asistieron a cursos sabatinos
para conocer corrientes pedagógicas nuevas y practicar la enseñanza objetiva.
Si bien el lancasteriano permitía la
enseñanza a mayo número de niños y aliviaba la carga del maestro, el simultáneo
revaloraba el papel de este. La pedagogía Rebsamiana exalto el trabajo del
maestro, antaño tan menospreciado. Para Rebsamen los métodos solo tenían valor
por la habilidad de quien los usaba: el verdadero maestro obtendría buenos
resultados aun así no seguía ciertos linchamientos y por el contrario, nada
conseguiría “el que no es maestro aunque tuviera a su disposición los mejores
métodos”
Rebsamen recordaba al maestro saber sus
enseñanzas en los intereses y conocimientos del niño y guiarlos a descubrir el
mundo por sí mismo. Coincidía con Locke en que “nada hay en el entendimiento
humano que no haya pasado antes por los sentidos” y exhortaba al docente a
recurrir a las enseñanzas objetivas.
Para Rebsamen la verdadera educación
debería desarrollar las capacidades físicas, intelectuales, éticas y estéticas
del niño.
Muchos estados empezaron a abrir las
escuelas normales para varones, lo hizo Oaxaca en 1883, con un plan de estudios
que se aumentó a cinco años en 1890.
La de mayor impacto fue la que en 1887
creo Rebsamen en jalapa, la Escuela Normal de Profesores, cuya fama se extendió
por el país. Fue semillero de maestros y ocasiono unas verdaderas dispersiones
educadoras.
Torres Quintero fue autor de varios
textos, entre ellos el Método Onomatopéyico de lectura, tan popular como el de
Rebsamen. Laubscher, por su parte, llevo sus enseñanzas a Chihuahua pero murió
antes de realizar su proyecto de una escuela normal.
Las inquietudes de estos educadores
fueron compartidas por Joaquín Baranda, ministro de Justicia e Instrucción
Pública durante un largo periodo de 19 años a partir de 1882. Baranda creía en
las escuelas primarias como la solución a los problemas nacionales y en el
Estado como la solución a los problemas nacionales y el Estado como la única
instancia con posibilidad de llevar la educación a todo el país y a todos los
grupos sociales. Impulso la creación de la Normal de México, que además de ser
la primera institución de su género con carácter federal, adquirió la facultad
de expedir títulos de profesor de instrucción primaria.
La Academia de Pedagogía del
ayuntamiento de la capital, presidido por el mismo Dr. Ruiz. La Normal de
México fue solo para varones hasta 1924, a diferencia de la de Jalapa que era
mixta, aunque la primera mujer se inscribió dos años después de su apertura.
En 1890, la Secundaria para Niñas, que
impartía materias aisladas, artes y oficios, idiomas y pedagogía, se convirtió
en la Normal de Maestras y sufrió una reducción en sus años de estudios de seis
que había permitido a la egresadas desempeñar varios empleos y dar clases
incluso de educación secundaria a cuatro, que limito a las tituladas a enseñar
solo en la primarias.
Durante el Porfirito, el magisterio, considerando la carrera
femenina por excelencia, era una de las pocas opciones y algunos ideológicos,
entre ellos Justo Sierra, reafirmaba la creencia de que las mujeres se
inclinaban instintivamente hacia las tareas educaban y el cuidado materia y
moral de los niños.
En 1900, al parecer, 91% de los
estudiantes de normal en el país eran mujeres. En 1907, de los 15 525
profesores, solo 23% eran varones. En menos de 30 años, la profesión de
maestros de primaria se había convertido en una actividad femenina.
No obstante que la profesión de maestros
gozaba de cierto prestigio, los sueldos eran bajos; variaban de 30 a 80 pesos
mensuales comparables con el de un obrero o un conductor de tranvía y el campo,
los salarios de los docentes eran iguales a los de un jornalero.
Sin embargo, a principio del siglo XX el
ejército del magisterio era muy popular: en 1900 había 45 normales en 19
Estados y 2000 estudiantes, la mitad de ellos en el Distrito Federal. En el
mismo año solo el 25% de los 15 000 maestros del país eran titulados.
Un Busca de la Unidad
En 1888 se promulgo la ley de
Instrucción Obligatoria que comprendía la enseñanza elemental. Entre los 6 y 12
años de edad, recibía en cualquier establecimiento oficial o particular. La
meta del ministró Baranda era llevar la educación “a los niños de las grandes
poblaciones o de los villorios y de las haciendas, al campo a las tribus indígenas rezagadas”. El analfabetismo
afectaba a 80% de la población y el índice de asistencia a la escuela era de 41
en un millar.
El mistro buscaba la “Federación” de la
enseñanza unir los esfuerzos de las diversas entidades y adoptar un programa
general. El propósito era unificar la enseñanza primaria.
El primer Congreso de Instrucción
Pública (diciembre de 1889), fue precedido por Justo Sierra.
Baranda defendió un programa educativo
general, así como el carácter laico, gratuito y obligatorio de la educación,
que los congresistas aceptaron, dada la heterogeneidad del país.
Sierra señalaba que “la escuela pública
no puede entre nosotros no ser laica”. Para el educador la palabra “laica” era
confirmación de la absoluta neutralidad de la escuela; el Estado no podía
proporcionar, en ningún otro caso, otra instrucción pero tampoco excluía la
enseñanza religiosa en la escuela privada.
El concepto de instrucción, que daba
nombre al Congreso, fue sustituido por el de educación, promovido, por
Rabsanmen, que implicaba el desarrollo armónico e integral del niño, lo
demostraría que era posible enseñar moral sin religión.
En su lugar, se votó por el simultáneo
que cumplía con los fines instructivo y educativo; se aconsejó tener grupos de
un máximo de 50 alumnos, clases orales, el uso cie la forma socrática y limitar
la “expositivo-dogmática”; el maestro debería dirigir las preguntas a todo el
grupo pero evitar las respuestas a coro.
Los congresistas se pronunciaron a favor de una retribución
digna para los maestros, de proporcionarles ayuda en caso de enfermedad,
distinciones por años de trabajo, jubilación y dispensa de contribuciones y servició
militar.
Maestros ambulantes deberían impartir la
primaria obligatoria en las comunidades aisladas.
Así mismo establecer la enseñanza
primaria superior de dos años como requisito para la preparatoria, crear
escuelas de párvulos al modo de las ideas de Frobel e introducir trabajos
manuales en todos los ciclos.
El segundo congreso de instrucción
(diciembre de 1890 a 28 febrero de 1891) presidido de nuevo por Sierra, abordó
los temas, los útiles y lo mobiliario, los requisitos de higiene, los títulos de
maestros, la Escuela Normal, la coincidencia de los métodos y programas de las
escuelas estatales y las del Distrito Federal.
El método educativo e instructivo
recomendado significaba, por una parte, el orden en el que deberían presentar
los conocimientos: de lo fácil a lo difícil, de lo conocido a lo desconocido,
de lo concreto a lo abstracto, y de lo empírico a lo racional; por otra parte,
la forma de exponer, debería ser la interrogativa y no la expositiva.
Uno de los primeros frutos del Congresos
fue la supresión de la Compañía Lancasteriana en el Distrito Federal y
territorios en marzo de 1890. Las escuelas
que tenían a su cargo se convirtieron en nacionales y pasaron a depender
del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, quien debería de poner en
práctica los métodos modernos de enseñanza.
En la Ciudad de México, el gobierno
Federal que solo tenía 39 escuelas, decreto en 1896 la nacionalización (o
federación) de las 417 municipales.
A principios del gobierno de Porfirio
Díaz, el 10% de las escuelas oficiales dependían del ejecutivo federal y de los
gobiernos estatales, ministeriales que en 1900, los ayuntamientos solo
manejaban 20% de las escuelas.
Aumento la primaria superior de dos a
cuatro años e hizo obligatorios en el Distrito Federal los dos primeros, lo que
de hecho extendió la educación obligatoria a seis años, meta inalcanzable
porque pocos alumnos iban más allá de los primeros años de la elemental.
La preocupación de Sierra para lograr
que los niños acudieran a la escuela le llevo los primeros años del siglo
proporcionar vestido y alimentos y a vigilar a la marcha de las escuelas por
medio de un cuerpo de inspectores.
En la capital al asistencia aumento de
75 000 alumnos en 1900, a 112 000 en 190, una escuela por cada 139 alumnos, lo
que estaba cerca del ideal de una por cada 100 alumnos. Para el mismo año la
escolaridad en el país había aumentado a 59 matriculados par cada 1 000
habitantes. Sin embargo, la asistencia fue muy irregular e hizo evidente la
diversidad.
Por otro lado, más de 81% de quienes
acudían a la escuela vivían en poblaciones urbanas.
Para
el final del Porfiriato el
aumento proporcional de escuelas privadas fue espectacular: en poco más de 30
años su número creció más del doble.
El 16 de mayo de 1905 se creó la Secretaria
de Instrucción Publica, con lo que se cumplió el anhelo de Justo Sierra de que
el ramo tuviera la importancia y autonomía que merecía.
Preparatorias
La Escuela Nacional Preparatoria fue una
de las glorias de la República Restaurada. Al alejar las amenazas extranjeras
tras la caída de Maximiliano, el gobierno tuvo en mente dos objetivos: crear
las condiciones ideológicas que impedirían, en el futuro, una alianza de
sectores tradicionales y de la Iglesia que buscaran en una fuerte influencia
clerical o en una monarquía el remedio a los males del país, y abrir las
puertas a la modernización, mediante el orden y el progreso.
Pero igualmente importante era la
formación de hábitos de estudio y disciplina en los jóvenes, razón por la cual
la Escuela Nacional Preparatoria ocupó un lugar distinguido en la historia de
la educación superior desde el regreso de Juárez al poder.
Antes de 1890 más de una docena se había
atrevido a pisar sus aulas; de esta fecha hasta fin del siglo se matricularon
58. Fue un comienzo tímido pero impactante. Por lo menos habían desaparecido
los obstáculos legales que impedían a las mujeres el ingreso a las
instituciones de estudios superiores y profesionales.
El Segundo Congreso de Instrucción, hubo
oposición a que la Escuela Nacional Preparatoria conservara el método
científico y el plan de estudios contiene, dispuestos en la ley de 1867.
Finalmente, a finales del siglo
XIX se modificó el sentido original de la preparatoria, quitándole el sabor
positivista. Al principio del Porfiriato sólo había preparatorias en 17
estados; tres décadas después, 25 de los 29 estados tenían por lo menos una
preparatoria o, en algunos casos, varias del gobierno o privadas.
El Nacimiento de la Escuela de Altos
Estudios y de la Universidad
Mientras el régimen agonizaba, las
autoridades se esforzaban en mostrar al mundo la imagen de un México moderno y
próspero.
La Secretaría de Instrucción Pública y
Bellas Artes celebró estas fiestas con varios acontecimientos: el Congreso
Nacional de Educación; la inauguración de la Universidad Nacional; el primer
Congreso Nacional de Estudiantes; la exposición de pintura mexicana en San
Carlos; la inauguración del edificio de la Escuela Normal de Maestros, la
primera escuela ferrocarrilera y la escuela para niñas La Corregidora de
Querétaro.
Otra fundación que enmarcaba los
progresos hechos en educación, y que dio realce a las festividades del
Centenario, fue la Escuela de Altos Estudios. Era una institución de
perfeccionamiento para profesionistas, una escuela de posgrado que debería
reunir a los mejores conocedores de las ciencias y de las artes, a quienes se
les asignaba la responsabilidad de coordinar la investigación científica en el
país. Por algunos años se
calificó a Altos Estudios de "fantasía porfiriana", de ser una
institución elitista, ajena a las necesidades populares. En 1910, 15% del
alumnado eran mujeres. Fue el antecedente inmediato de la Universidad Nacional.
El Centenario fue una coyuntura
favorable para que Sierra reviviera su proyecto universitario de 1881.
La antigua Universidad, que "había
cesado de tener funciones adaptables a la marcha de la sociedad", así como
a las denuncias de la mala calidad de la enseñanza elemental, lo que decidió a
Sierra a dejar de lado el proyecto. No se dio por vencido, y fortalecido desde
su posición de secretario, presentó ante el Congreso el 17 de enero de 1910 una
nueva propuesta universitaria en la que planteaba el laicismo y resaltaba la
importancia de la institución en la obra educativa nacional.
Su proyecto fue aprobado en mayo de
1910.
La Universidad incluía las escuelas
profesionales, integraba a la Preparatoria y contaría con un consejo del que
formarían parte los alumnos, aunque sólo con voz informativa. La fundación de
la Universidad se redujo a una oficina directiva, la del rector, que se instaló
en la vieja Escuela Normal, ya que las demás escuelas profesionales, salvo
Altos Estudios, contaban con sus propias instalaciones.
El Recuento Final
El índice de analfabetismo a finales del
Porfiriato era desalentador. Más de 70% de la población no sabía leer ni
escribir y el régimen fracasó en llevar la escuela a todo el pueblo, como
anhelaban los educadores.
El Estado de México, Querétaro y
Chihuahua, se destinó 40% del presupuesto a la instrucción pública, sobre todo
la primaria, y los alcances educativos en las cabeceras municipales fueron
enormes. En comparación, la federación destinaba sólo 7% del presupuesto al
rubro educación, cifra que lamentaba Sierra. Los porcentajes de analfabetismo
en 1877 comprueban que hubo logros importantes para 1910.
El Porfiriato dejó entre sus legados la
búsqueda de métodos liberadores, de una educación laica, gratuita y obligatoria
que sirvió de punto de partida a los gobiernos revolucionarios para poner en
marcha un programa educativo universal y unificador. Sin embargo, después de
los años de lucha armada y reacomodos durante la Revolución, se pudieron sentar
las bases que hicieron posible la construcción de un sistema de educación
nacional.
autor:Engracia Loyo y Anne Staples
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