LA BÚSQUEDA DE LA MODERNIDAD
Cecilia
Greaves L.
EL VIRAJE
CONSERVADOR
Escasa integración urbana que empezaba a cosechar algunos frutos,
producto de cambios en su estructura económica y social, pero cuya estabilidad
política se veía amenazada por una profunda escisión derivada del radicalismo
de las reformas cardenistas. Ello no significó sólo una justificación para
fortalecer alianzas y ampliar consensos
Necesarios en la construcción de un nuevo proyecto de nación, sino
también un intento por alcanzar un rígido control sobre las diversas facciones
políticas consideradas como un obstáculo para lograr la unidad.
Ello no significó sólo una justificación para fortalecer alianzas
y ampliar consensos necesarios en la construcción de un nuevo proyecto de nación,
sino también un intento por alcanzar un rígido control sobre las diversas
facciones políticas consideradas como un obstáculo para lograr la unidad. Definió
un nuevo orden educativo a partir de dos puntos fundamentales: el combate a la
escuela socialista y la reconciliación con la Iglesia católica
El proyecto demandaba la formación de un hombre nuevo, y para ello
era necesario dar un contenido diferente a la educación. Eliminar toda
reminiscencia izquierdista sería un primer paso no fácil de lograr, si tomamos
en cuenta que apenas seis años atrás la reforma al artículo 3o que imponía la
educación socialista había tenido amplio apoyo por parte de autoridades,
líderes y un magisterio en su mayoría afiliado al Partido Comunista.
La llamada escuela del amor vino a concretar el nuevo modelo
educativo: una escuela ajena al odio y a la división entre los mexicanos, a
pesar de sus diferencias de credo, partido o clase, una escuela auténticamente
mexicana, acorde con las tradiciones y medio físico del país, en la que el
individuo, y ya no la colectividad, se convertía en el centro de atención y la
familia reafirmaba su papel formativo en el ámbito escolar. Con actitud
intransigente buscó erradicar todo aquello que se opusiera al ideal de la nueva
escuela.
Una nueva Ley Orgánica aprobada en 1942 abrió el camino hacia la
reforma. La educación impartida por el Estado como socialista pero desde una
óptica distinta. La escuela ya no sería instrumento de transformación de la
sociedad sino que se convertía en el medio propicio de unión entre los
mexicanos.
No era posible que el Plan de Acción de la Escuela Primaria
Socialista de 1935 que planteaba "preparar a las nuevas generaciones en la
lucha para el advenimiento de un nuevo régimen social sin explotados" siguiera
vigente en un gobierno que buscaba la unidad nacional. Se incorporaron
conceptos que respondían a expectativas políticas del momento junto con un
conjunto de valores y normas de conducta dirigidos a lograr armonía en la
sociedad y fortalecer la identidad nacional.
Las materias se dividían en instrumentales e informativas. A las
primeras correspondían lenguaje, aritmética y geometría, dibujo, trabajos
manuales y economía doméstica, además de educación física, música y canto,
mientras que las informativas comprendían ciencias naturales y ciencias
sociales.
Para
1940, 44% de la población escolar estaba inscrita en 21 784 escuelas primarias
oficiales; las federales superaban ya a las estatales. Más de las tres cuartas
partes eran rurales y atendían tan sólo a 4 0% de la inscripción total. Eran,
en su mayoría, planteles de uno, dos o tres grados y únicamente 2% llegaba a
6o, de tal suerte que de cada 100 niños campesinos que iniciaban su
educación primaria, sólo cuatro llegaban
al sexto año, mientras que 55% de las escuelas urbanas eran de organización
completa.
EL AMBIENTE
COTIDIANO
Las escuelas se veían casi desiertas en los periodos de siembra y
cosecha. Una escasa preparación, sus excesivas obligaciones y la inconsistente
asistencia escolar, lo orillaban a trabajar con niveles muy bajos de
eficiencia. El programa, por lo general, se concretaba a la lectura y
escritura, las cuatro operaciones de aritmética y nociones elementales de
historia de México, civismo y geografía.
Los maestros, con un nivel de escolaridad superior, gozaban de
mayor seguridad en el trabajo y de status como profesionistas. En el caso de
las escuelas rurales, los grupos eran heterogéneos tanto en conocimientos como
en edad; alumnos entre los 6 y los 14 años que por primera vez asistían a la
escuela compartían el espacio con los repetidores. Los maestros rurales, la
mayoría con tan sólo educación primaria, "casi se contundían con la
escuela", contaban con mayor reconocimiento por parte de los vecinos,
expresado con frecuencia en su liderazgo en las comunidades.
La
nueva corriente educativa se reflejó de manera particular en los textos
escolares. Como libros de lectura volvieron a circular obras tradicionales, de
contenido neutro, escritos dos o tres décadas atrás y reimpresos una y otra
vez.
EL NUEVO
RUMBO
La creciente división ideológica entre grupos magisteriales se
había convertido en un serio conflicto político que con actitud intransigente
Vejar Vázquez agudizó. Avila Camacho decidió sustituirlo por un diplomático de
carrera y hombre de letras, Jaime Torres Bodet, quien se había iniciado en las
labores educativas como secretario particular de Vasconcelos en la Universidad
y al momento de su designación, en diciembre de 1943, ocupaba la Subsecretaría
de Relaciones Exteriores.
Lograda la unificación magisterial al formarse, en diciembre de
1943, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), de
tendencia moderada de izquierda, Torres Bodet atendió los problemas más
urgentes como parte de un proyecto integral. Lanzó, en términos de emergencia,
una nueva campaña contra el analfabetismo, el "más temible de los enemigos
internos" e hizo un llamado a todos los mexicanos para participar en una
lucha contra la ignorancia que afectaba a 55% de la población mayor de seis
años.
Maestros improvisados, a los que se unieron alumnos del tercer
ciclo de enseñanza elemental, alternaron con profesores de escuelas primarias
ante grupos sumamente heterogéneos. Hubo quienes optaron por organizar centros
de enseñanza colectiva para acelerar el aprendizaje.
En Guerrero, Oaxaca y Chiapas el número de analfabetos se acercaba
a 80%, en Nuevo León era de 32% y en Tamaulipas de 35%. En Aguascalientes,
Zacatecas y Michoacán se ofreció reducir la condena a los prisioneros que aprendieran
o enseñaran a leer y escribir mientras que en San Luis Potosí se impusieron
multas a quienes se mostraran "negligentes en el estricto cumplimiento de
la ley". También se contempló la enseñanza especial para la población
indígena —cercana a los 3 000 000, la mitad monolingüe—, a partir de la
elaboración de cartillas bilingües, iniciándose los trabajos entre grupos de
tarascos, mayas y otomíes.
Para 1945 las condiciones parecieron favorables para llevar adelante
la reforma. El avance de los sectores conservadores ante una izquierda
debilitada y dividida, además de la creciente oposición a las ideologías
radicales, derivada del triunfo de los aliados, facilitó el proceso. El
proyecto de ley presentado a las cámaras en diciembre de 1945 justificaba y
explicaba, en función de la unidad nacional, las modificaciones propuestas.
El gobierno no sólo buscaba subsanar las deficiencias del sistema
que causaba el rezago educativo sino también desvanecer las viejas tensiones
entre la Iglesia y el Estado. Ávila Camacho veía la necesidad de reconciliación
con un adversario que, si bien económicamente no tenía la fuerza ni los
recursos de los años anteriores a la Reforma, en cambio, social y políticamente
tenía fuerte peso dentro de la sociedad y gran capacidad de movilización.
EXPANSIÓN Y
DESARROLLO
El nuevo esquema quedó inmerso en el contexto del desarrollo
económico que caracterizó su gobierno. Muy lejos habían quedado las intenciones
de Vasconcelos de esperar de la escuela elemental "la redención" y el
mejoramiento del pueblo, o la tarea asignada por la escuela socialista de guiar
la transformación de la sociedad. La consigna ahora era adecuar la educación a
las necesidades industriales del país. Urgía contar con técnicos preparados. El
problema era cómo superar deficiencias cuando el promedio de escolarización de
la población mayor de 15 años apenas llegaba a los dos años.
México vivió una etapa de gran estabilidad política y auge
económico pero así mismo se vio afectado por una explosión demográfica sin
precedentes, con un crecimiento de 3.4% anual, es decir, la población llegó a
duplicarse en tan sólo dos décadas. La campaña de construcción de escuelas que
el régimen anterior emprendiera continuó a través de la Comisión Administradora
del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE).
92% de la matrícula escolar se concentraba en educación primaria
y, a pesar del impulso del régimen alemanista a la enseñanza media y media
superior —preparatoria, vocacionales y normales—, éstas apenas representaban
2.2 y 1.2% respectivamente. El problema ciertamente no era sólo financiero sino
que también demandaba un cambio en los patrones educativos.
LAS TENSIONES
AFLORAN
Al asumir la presidencia en 1958 Adolfo López Mateos, la presencia,
de nueva cuenta, de Torres Bodet al frente de la SEP fue decisiva. Este último
lanzó el Plan de Once Años para atender el rezago educativo acumulado, así como
la explosiva demanda. Ello implicaba la construcción de miles de aulas y
solucionar la falta de maestros. A este
proyecto se añadió la reforma de los programas, ahora ya no divididos por asignaturas
sino en conjuntos de actividades agrupadas en áreas de conocimiento, que
entraría en vigor en febrero de 1961.
Los puestos directivos servían de trampolín político a las altas
esferas gubernamentales o para amasar grandes fortunas, mientras que los
exiguos salarios de la base magisterial se veían cada vez más mermados por una
inflación constante, de tal forma que su poder adquisitivo había disminuido
notablemente desde 1939.
Para finales de 1958 las movilizaciones y protestas representaban
una seria amenaza para la estabilidad del país.
Al finalizar su gestión, López Mateos informó que desde 1960 se habían
distribuido 114 000 000 de libros de texto y cuadernos de trabajo. Con esta
medida, el Estado cumplía con el precepto de gratuidad establecido en el
artículo 3o, al mismo tiempo que mantenía su hegemonía en el ámbito educativo.
La intransigencia del gobierno y su incapacidad para solucionar el
conflicto derivó en una matanza indiscriminada de manifestantes el 2 de octubre
en Tlatelolco y en el encarcelamiento de los principales líderes junto con
maestros y estudiantes. Con ello el movimiento de protesta sucumbió, pero no
evitó que quedara al descubierto la fragilidad de un régimen que intentaba
mantenerse a toda costa.
Díaz Ordaz señaló como el "verdadero problema de fondo" las
deficiencias del sistema educativo y consideró urgente "una reforma
educacional". La "rebeldía estudiantil" fue atribuida a la
inadecuada formación cívica de los jóvenes. Pero ya de hecho, a iniciativa del
secretario de Educación Agustín Yañez, se había instalado desde 1965 una comisión
para analizar los problemas que aquejaban al sistema educativo y buscar soluciones.
El estudio presentado tres años más tarde, con propuestas concretas para una
reforma integral, quedó archivado al estallar cuatro meses después el conflicto
estudiantil.
EL PREDOMINIO
DE LA CIUDAD
Los datos estadísticos apremiaban a tomar decisiones: para
principios de los años cincuenta,
66% de los adolescentes no recibía instrucción escolar al terminar
los seis grados de primaria.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto
Politécnico Nacional (IPN) fueron los pilares de la educación superior para
cubrir los requerimientos de la nueva sociedad urbana. Contando con un considerable
apoyo económico del Estado, la Universidad logró recuperar la posición
privilegiada que había perdido y dar los primeros pasos para diversificar el sistema
de educación superior ya que hasta entonces egresaban de sus aulas
profesionistas, la mayoría de las veces de carreras liberales, en proporciones
suficientes para satisfacer los requerimientos de una sociedad para la cual la
educación superior era apenas poco más que un lujo. Con la construcción de la
Ciudad Universitaria durante el régimen de Alemán, inaugurada en 1954, se
iniciaba una nueva etapa. Esta imponente estructura, integrada por un conjunto
heterogéneo de edificios, congregaba físicamente a las hasta entonces doce
escuelas nacionales y tres facultades dispersas en antiguos edificios en el
centro de la ciudad.
Asimismo se crearon otros centros de enseñanza superior, nuevas
universidades en la capital y en los estados, instituciones privadas como la
Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de
Monterrey (ITESM) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), así
como los Institutos Tecnológicos Regionales que venían a consolidar el avance
de la enseñanza superior en el país.
EL MUNDO
INDÍGENA
El Departamento de Asuntos Indígenas cerró sus puertas y sus
funciones se transfirieron a la Dirección General de Asuntos Indígenas de la
SEP que, desligándose de proyectos de apoyo a las comunidades, limitó su labor
al ámbito escolar, manteniendo como norma el método de castellanización directa
y aplicando los programas únicos que regían a todo el país. Los internados
indígenas, ahora convertidos en Centros de Capacitación Económica y Técnica que
impartían de cuarto a sexto año, capacitación agropecuaria e industrias
regionales, tampoco escaparon al desinterés de las autoridades y sobrevivieron
a duras penas.
La política indigenista recobró vigor gracias al impulso de un grupo
de antropólogos y científicos sociales. Con la fundación en 1948 del Instituto
Nacional Indigenista (INI) bajo la dirección de Alfonso Caso, se replanteó el
trabajo partiendo de los principios aprobados en el Congreso de Pátzcuaro. Una
acción integral basada en un vasto programa de reforma social guío la labor de
los Centros Coordinadores que el INI estableció en diversas regiones del país.
Jóvenes indígenas bilingües, capacitados como promotores culturales,
utilizarían la lengua materna del alumno en el proceso de aprendizaje como paso
previo a su castellanización, añadiendo actividades para promover el desarrollo
de la comunidad.
DE LA TEORÍA
A LA PRÁCTICA
La Ley Orgánica de 1942 estableció que la enseñanza primaria, en
su contenido básico, sería igual en toda la República. Pero la heterogeneidad
del sistema escolar impedía la uniformidad deseada. Había escuelas federales,
estatales, municipales y particulares, y éstas mismas podían ser urbanas, semiurbanas
o rurales, de tres o de seis años. Además, el sentido que se daba a las
disposiciones oficiales dependía en mucho de la proximidad o lejanía del
centro, de condiciones económicas, políticas, sociales, administrativas, de tradiciones
locales
Las dimensiones que alcanzó el sistema educativo nacional fueron
impresionantes. De cerca de 2 000 000 de alumnos que cursaban educación
primaria en 1940 se pasó a más de 9 000 000 en 1970, crecimiento que permitió
reducir la tasa de analfabetismo a 22.7%, aunque el rezago en el campo no podía
ocultarse: 55% de los planteles impartían tres grados o menos y sólo 20% eran
de organización completa. El desarrollo fue asimismo importante en relación con
la enseñanza media. La inscripción en escuelas secundarias aumentó de 30 000
alumnos a 1 000 000 en el mismo periodo sin poder evitar el desequilibrio
regional ya existente.
Las escuelas normales se duplicaron básicamente por la creciente participación
del sector privado interesado en la formación de las nuevas generaciones. 79%
de los maestros estaban titulados. En la UNAM, la matrícula se incrementó de 9
900 a 107 056 y el IPN logró una cobertura en 1970 de 67 239 alumnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario