miércoles, 14 de junio de 2017

BÚSQUEDA DE LA MODERNIDAD

LA BÚSQUEDA DE LA MODERNIDAD
Cecilia Greaves L.

EL VIRAJE CONSERVADOR

Escasa integración urbana que empezaba a cosechar algunos frutos, producto de cambios en su estructura económica y social, pero cuya estabilidad política se veía amenazada por una profunda escisión derivada del radicalismo de las reformas cardenistas. Ello no significó sólo una justificación para fortalecer alianzas y ampliar consensos
Necesarios en la construcción de un nuevo proyecto de nación, sino también un intento por alcanzar un rígido control sobre las diversas facciones políticas consideradas como un obstáculo para lograr la unidad.

Ello no significó sólo una justificación para fortalecer alianzas y ampliar consensos necesarios en la construcción de un nuevo proyecto de nación, sino también un intento por alcanzar un rígido control sobre las diversas facciones políticas consideradas como un obstáculo para lograr la unidad. Definió un nuevo orden educativo a partir de dos puntos fundamentales: el combate a la escuela socialista y la reconciliación con la Iglesia católica

El proyecto demandaba la formación de un hombre nuevo, y para ello era necesario dar un contenido diferente a la educación. Eliminar toda reminiscencia izquierdista sería un primer paso no fácil de lograr, si tomamos en cuenta que apenas seis años atrás la reforma al artículo 3o que imponía la educación socialista había tenido amplio apoyo por parte de autoridades, líderes y un magisterio en su mayoría afiliado al Partido Comunista.

La llamada escuela del amor vino a concretar el nuevo modelo educativo: una escuela ajena al odio y a la división entre los mexicanos, a pesar de sus diferencias de credo, partido o clase, una escuela auténticamente mexicana, acorde con las tradiciones y medio físico del país, en la que el individuo, y ya no la colectividad, se convertía en el centro de atención y la familia reafirmaba su papel formativo en el ámbito escolar. Con actitud intransigente buscó erradicar todo aquello que se opusiera al ideal de la nueva escuela.

Una nueva Ley Orgánica aprobada en 1942 abrió el camino hacia la reforma. La educación impartida por el Estado como socialista pero desde una óptica distinta. La escuela ya no sería instrumento de transformación de la sociedad sino que se convertía en el medio propicio de unión entre los mexicanos.

No era posible que el Plan de Acción de la Escuela Primaria Socialista de 1935 que planteaba "preparar a las nuevas generaciones en la lucha para el advenimiento de un nuevo régimen social sin explotados" siguiera vigente en un gobierno que buscaba la unidad nacional. Se incorporaron conceptos que respondían a expectativas políticas del momento junto con un conjunto de valores y normas de conducta dirigidos a lograr armonía en la sociedad y fortalecer la identidad nacional.

Las materias se dividían en instrumentales e informativas. A las primeras correspondían lenguaje, aritmética y geometría, dibujo, trabajos manuales y economía doméstica, además de educación física, música y canto, mientras que las informativas comprendían ciencias naturales y ciencias sociales.

Para 1940, 44% de la población escolar estaba inscrita en 21 784 escuelas primarias oficiales; las federales superaban ya a las estatales. Más de las tres cuartas partes eran rurales y atendían tan sólo a 4 0% de la inscripción total. Eran, en su mayoría, planteles de uno, dos o tres grados y únicamente 2% llegaba a 6o, de tal suerte que de cada 100 niños campesinos que iniciaban su educación  primaria, sólo cuatro llegaban al sexto año, mientras que 55% de las escuelas urbanas eran de organización completa.


EL AMBIENTE COTIDIANO

Las escuelas se veían casi desiertas en los periodos de siembra y cosecha. Una escasa preparación, sus excesivas obligaciones y la inconsistente asistencia escolar, lo orillaban a trabajar con niveles muy bajos de eficiencia. El programa, por lo general, se concretaba a la lectura y escritura, las cuatro operaciones de aritmética y nociones elementales de historia de México, civismo y geografía.

Los maestros, con un nivel de escolaridad superior, gozaban de mayor seguridad en el trabajo y de status como profesionistas. En el caso de las escuelas rurales, los grupos eran heterogéneos tanto en conocimientos como en edad; alumnos entre los 6 y los 14 años que por primera vez asistían a la escuela compartían el espacio con los repetidores. Los maestros rurales, la mayoría con tan sólo educación primaria, "casi se contundían con la escuela", contaban con mayor reconocimiento por parte de los vecinos, expresado con frecuencia en su liderazgo en las comunidades.

La nueva corriente educativa se reflejó de manera particular en los textos escolares. Como libros de lectura volvieron a circular obras tradicionales, de contenido neutro, escritos dos o tres décadas atrás y reimpresos una y otra vez.


EL NUEVO RUMBO

La creciente división ideológica entre grupos magisteriales se había convertido en un serio conflicto político que con actitud intransigente Vejar Vázquez agudizó. Avila Camacho decidió sustituirlo por un diplomático de carrera y hombre de letras, Jaime Torres Bodet, quien se había iniciado en las labores educativas como secretario particular de Vasconcelos en la Universidad y al momento de su designación, en diciembre de 1943, ocupaba la Subsecretaría de Relaciones Exteriores.

Lograda la unificación magisterial al formarse, en diciembre de 1943, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), de tendencia moderada de izquierda, Torres Bodet atendió los problemas más urgentes como parte de un proyecto integral. Lanzó, en términos de emergencia, una nueva campaña contra el analfabetismo, el "más temible de los enemigos internos" e hizo un llamado a todos los mexicanos para participar en una lucha contra la ignorancia que afectaba a 55% de la población mayor de seis años.

Maestros improvisados, a los que se unieron alumnos del tercer ciclo de enseñanza elemental, alternaron con profesores de escuelas primarias ante grupos sumamente heterogéneos. Hubo quienes optaron por organizar centros de enseñanza colectiva para acelerar el aprendizaje.

En Guerrero, Oaxaca y Chiapas el número de analfabetos se acercaba a 80%, en Nuevo León era de 32% y en Tamaulipas de 35%. En Aguascalientes, Zacatecas y Michoacán se ofreció reducir la condena a los prisioneros que aprendieran o enseñaran a leer y escribir mientras que en San Luis Potosí se impusieron multas a quienes se mostraran "negligentes en el estricto cumplimiento de la ley". También se contempló la enseñanza especial para la población indígena —cercana a los 3 000 000, la mitad monolingüe—, a partir de la elaboración de cartillas bilingües, iniciándose los trabajos entre grupos de tarascos, mayas y otomíes.

Para 1945 las condiciones parecieron favorables para llevar adelante la reforma. El avance de los sectores conservadores ante una izquierda debilitada y dividida, además de la creciente oposición a las ideologías radicales, derivada del triunfo de los aliados, facilitó el proceso. El proyecto de ley presentado a las cámaras en diciembre de 1945 justificaba y explicaba, en función de la unidad nacional, las modificaciones propuestas.

El gobierno no sólo buscaba subsanar las deficiencias del sistema que causaba el rezago educativo sino también desvanecer las viejas tensiones entre la Iglesia y el Estado. Ávila Camacho veía la necesidad de reconciliación con un adversario que, si bien económicamente no tenía la fuerza ni los recursos de los años anteriores a la Reforma, en cambio, social y políticamente tenía fuerte peso dentro de la sociedad y gran capacidad de movilización.


EXPANSIÓN Y DESARROLLO

El nuevo esquema quedó inmerso en el contexto del desarrollo económico que caracterizó su gobierno. Muy lejos habían quedado las intenciones de Vasconcelos de esperar de la escuela elemental "la redención" y el mejoramiento del pueblo, o la tarea asignada por la escuela socialista de guiar la transformación de la sociedad. La consigna ahora era adecuar la educación a las necesidades industriales del país. Urgía contar con técnicos preparados. El problema era cómo superar deficiencias cuando el promedio de escolarización de la población mayor de 15 años apenas llegaba a los dos años.

México vivió una etapa de gran estabilidad política y auge económico pero así mismo se vio afectado por una explosión demográfica sin precedentes, con un crecimiento de 3.4% anual, es decir, la población llegó a duplicarse en tan sólo dos décadas. La campaña de construcción de escuelas que el régimen anterior emprendiera continuó a través de la Comisión Administradora del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE).

92% de la matrícula escolar se concentraba en educación primaria y, a pesar del impulso del régimen alemanista a la enseñanza media y media superior —preparatoria, vocacionales y normales—, éstas apenas representaban 2.2 y 1.2% respectivamente. El problema ciertamente no era sólo financiero sino que también demandaba un cambio en los patrones educativos.

LAS TENSIONES AFLORAN

Al asumir la presidencia en 1958 Adolfo López Mateos, la presencia, de nueva cuenta, de Torres Bodet al frente de la SEP fue decisiva. Este último lanzó el Plan de Once Años para atender el rezago educativo acumulado, así como la explosiva demanda. Ello implicaba la construcción de miles de aulas y solucionar la falta de maestros. A este proyecto se añadió la reforma de los programas, ahora ya no divididos por asignaturas sino en conjuntos de actividades agrupadas en áreas de conocimiento, que entraría en vigor en febrero de 1961.

Los puestos directivos servían de trampolín político a las altas esferas gubernamentales o para amasar grandes fortunas, mientras que los exiguos salarios de la base magisterial se veían cada vez más mermados por una inflación constante, de tal forma que su poder adquisitivo había disminuido notablemente desde 1939.

Para finales de 1958 las movilizaciones y protestas representaban una seria amenaza para la estabilidad del país.

Al finalizar su gestión, López Mateos informó que desde 1960 se habían distribuido 114 000 000 de libros de texto y cuadernos de trabajo. Con esta medida, el Estado cumplía con el precepto de gratuidad establecido en el artículo 3o, al mismo tiempo que mantenía su hegemonía en el ámbito educativo.

La intransigencia del gobierno y su incapacidad para solucionar el conflicto derivó en una matanza indiscriminada de manifestantes el 2 de octubre en Tlatelolco y en el encarcelamiento de los principales líderes junto con maestros y estudiantes. Con ello el movimiento de protesta sucumbió, pero no evitó que quedara al descubierto la fragilidad de un régimen que intentaba mantenerse a toda costa.

Díaz Ordaz señaló como el "verdadero problema de fondo" las deficiencias del sistema educativo y consideró urgente "una reforma educacional". La "rebeldía estudiantil" fue atribuida a la inadecuada formación cívica de los jóvenes. Pero ya de hecho, a iniciativa del secretario de Educación Agustín Yañez, se había instalado desde 1965 una comisión para analizar los problemas que aquejaban al sistema educativo y buscar soluciones. El estudio presentado tres años más tarde, con propuestas concretas para una reforma integral, quedó archivado al estallar cuatro meses después el conflicto estudiantil.


EL PREDOMINIO DE LA CIUDAD

Los datos estadísticos apremiaban a tomar decisiones: para principios de los años cincuenta,
66% de los adolescentes no recibía instrucción escolar al terminar los seis grados de primaria.

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) fueron los pilares de la educación superior para cubrir los requerimientos de la nueva sociedad urbana. Contando con un considerable apoyo económico del Estado, la Universidad logró recuperar la posición privilegiada que había perdido y dar los primeros pasos para diversificar el sistema de educación superior ya que hasta entonces egresaban de sus aulas profesionistas, la mayoría de las veces de carreras liberales, en proporciones suficientes para satisfacer los requerimientos de una sociedad para la cual la educación superior era apenas poco más que un lujo. Con la construcción de la Ciudad Universitaria durante el régimen de Alemán, inaugurada en 1954, se iniciaba una nueva etapa. Esta imponente estructura, integrada por un conjunto heterogéneo de edificios, congregaba físicamente a las hasta entonces doce escuelas nacionales y tres facultades dispersas en antiguos edificios en el centro de la ciudad.

Asimismo se crearon otros centros de enseñanza superior, nuevas universidades en la capital y en los estados, instituciones privadas como la Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), así como los Institutos Tecnológicos Regionales que venían a consolidar el avance de la enseñanza superior en el país.


EL MUNDO INDÍGENA

El Departamento de Asuntos Indígenas cerró sus puertas y sus funciones se transfirieron a la Dirección General de Asuntos Indígenas de la SEP que, desligándose de proyectos de apoyo a las comunidades, limitó su labor al ámbito escolar, manteniendo como norma el método de castellanización directa y aplicando los programas únicos que regían a todo el país. Los internados indígenas, ahora convertidos en Centros de Capacitación Económica y Técnica que impartían de cuarto a sexto año, capacitación agropecuaria e industrias regionales, tampoco escaparon al desinterés de las autoridades y sobrevivieron a duras penas.

La política indigenista recobró vigor gracias al impulso de un grupo de antropólogos y científicos sociales. Con la fundación en 1948 del Instituto Nacional Indigenista (INI) bajo la dirección de Alfonso Caso, se replanteó el trabajo partiendo de los principios aprobados en el Congreso de Pátzcuaro. Una acción integral basada en un vasto programa de reforma social guío la labor de los Centros Coordinadores que el INI estableció en diversas regiones del país. Jóvenes indígenas bilingües, capacitados como promotores culturales, utilizarían la lengua materna del alumno en el proceso de aprendizaje como paso previo a su castellanización, añadiendo actividades para promover el desarrollo de la comunidad.

DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

La Ley Orgánica de 1942 estableció que la enseñanza primaria, en su contenido básico, sería igual en toda la República. Pero la heterogeneidad del sistema escolar impedía la uniformidad deseada. Había escuelas federales, estatales, municipales y particulares, y éstas mismas podían ser urbanas, semiurbanas o rurales, de tres o de seis años. Además, el sentido que se daba a las disposiciones oficiales dependía en mucho de la proximidad o lejanía del centro, de condiciones económicas, políticas, sociales, administrativas, de tradiciones locales

Las dimensiones que alcanzó el sistema educativo nacional fueron impresionantes. De cerca de 2 000 000 de alumnos que cursaban educación primaria en 1940 se pasó a más de 9 000 000 en 1970, crecimiento que permitió reducir la tasa de analfabetismo a 22.7%, aunque el rezago en el campo no podía ocultarse: 55% de los planteles impartían tres grados o menos y sólo 20% eran de organización completa. El desarrollo fue asimismo importante en relación con la enseñanza media. La inscripción en escuelas secundarias aumentó de 30 000 alumnos a 1 000 000 en el mismo periodo sin poder evitar el desequilibrio regional ya existente.


Las escuelas normales se duplicaron básicamente por la creciente participación del sector privado interesado en la formación de las nuevas generaciones. 79% de los maestros estaban titulados. En la UNAM, la matrícula se incrementó de 9 900 a 107 056 y el IPN logró una cobertura en 1970 de 67 239 alumnos.

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